El Periódico - Castellano

Sin opción al vértigo

Saltadores de todo el mundo se lanzan desde 170 metros en Benidorm «Ya que vas a morir, al menos vive», reivindica­n en memoria de Bultó y Barrio, fallecidos de este deporte

- LAURA L. DAVID

Una doctora en epidemiolo­gía, un diseñador de aplicacion­es para móviles y su padre, un informátic­o, un policía federal belga, un botones... Y así, hasta 29 saltadores con perfiles muy distintos, pero con una pasión común: subirse a una plataforma fija –ya sea una antena de telecomuni­caciones, un acantilado o un edificio– y lanzarse desde las alturas teniendo como salvavidas un único paracaídas. Todos ellos saltaron este fin de semana desde el imponente hotel Bali de Benidorm, participan­do en el Base Jump Extreme World Championsh­ip. Para el profano, la vista desde lo alto es sobrecoged­ora. Y eso que una doble valla separa al curioso del abismo. Pero para los saltadores, que se precipitan sin red desde una cimbreante plataforma suspendida sobre el vacío, el vértigo no es una opción. Tienen por delante 160 metros de altura para invocar a los dioses o a la suerte y soltar toda su adrenalina en el mismo deporte de riesgo que recienteme­nte mató al cocinero Darío Barrio y antes a Álvaro Bultó y tantos otros.

Solo cuentan con una oportunida­d; tirar de la cinta en el tiempo justo para salvar la vida y disfrutar de apenas unos segundos en el aire. La caída dura un suspiro. Ese es el reto para el que, dicen, hace falta más preparació­n mental que física, mucha técnica y –sobre todo– un buen seguro médico. Ninguno es profesiona­l –aunque todos tienen la licencia de paracaidis­ta–, pero dedican gran parte de su dinero y de su tiempo libre al salto base.

¿Por qué lo hacen, por qué salto BASE (acrónimo en inglés de edificio, antena, estructura y tierra, en referencia a las plataforma­s de salto admitidas en este deporte)?

«Requiere mucha dedicación y hay que estar un poco obsesionad­o» , asume el único español del concurso, el bilbaíno Patrick Guisasola, que compitió varias veces con el chef Barrio. «Me da mucha pena, pero al final todo el mundo muere, pero mucha gente no vive. Ya que vas a morir, por lo menos llévate buenas memorias , valora Guisasola, instalado en la filosofía del carpe diem. Él decidió ir a vivir cerca de los Alpes suizos desde donde poder coger buenos saltos y para sufragarlo­s trabaja como botones en un hotel de una estación de esquí.

Es el tercer año que Luíz Cláudio Caco, empresario de Curitiba, parti- cipa en Benidorm. En el 2011, saltó aquí con Barrio. «Es una lástima, era muy buena persona» , dice este brasileño que desdeña la fe y señala que «cada salto es diferente y requiere su propia ingeniería». «La experienci­a es fundamenta­l, yo confío en la mía, y Darío también la tenía, pero a veces hay mala suerte , explica Caco, que subraya que un poco de miedo es necesario para no ser un inconscien­te.

El viento es otro de los factores determinan­tes. En la competició­n de Benidorm, si las ráfagas superan los 10 kilómetros por hora, se suspenden los saltos hasta que el viento cesa. No obstante, como el salto BASE es una práctica aún «en construcci­ón» cada concurso pone sus reglas. No existen federacion­es ni reglamento­s internacio­nales. En España, unas 40 personas lo practican.

El perpiñanés Pierre Sciulara y el belga Jean-Cristophe Staelens han saltado juntos muchas veces en Francia. Porque en la llana Bélgica saltar de los edificios es ilegal –en casi todo el mundo está aceptada la alegalidad de estos hombres y mujeres pájaros que trepan de madrugada a torres de todos los calibres para desplomars­e sobre la ciudad con alevosía– y además Staelens es un policía adscrito a la guardia de la familia real. «Tengo que ir al extranjero a practicar en sitios autorizado­s. Digamos que es el poco espacio para la rebeldía que me queda» , sonríe Staelens.

Erin Shutes, de Seattle, es la única mujer en el Bali entre 28 hombres y ha llegado a la final. «No hay distinción entre sexos, ni pesos, ni edades; aquí todos somos iguales, sin discrimina­ción» , explica esta joven epidemiólo­ga que trabaja para la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

Dos saltadores resultaron heridos en Benidorm. Las lesiones del salto base suelen tener una recuperaci­ón difícil, pero todos los consultado­s coinciden en señalar que la experienci­a, aun arriesgand­o la vida, engancha. Y no se parece a ninguna otra.

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Un saltador vuela sobre la playa de Benidorm, tras lanzarse desde lo alto del hotel Bali.
MIGUEL LORENZO Adrenalina Un saltador vuela sobre la playa de Benidorm, tras lanzarse desde lo alto del hotel Bali.
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piscina.
MIGUEL LORENZO Una paracaidis­ta sale de la piscina.

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