Los titanes de Bristol
Massive Attack revivió su repertorio clásico moviéndose desde el trip-hop hacia un rock de vanguardia en un espectáculo impactante con referencias políticas
Un escenario en penumbra, con puntos de luz dispersos y las siluetas de una tropa de músicos recortadas sobre el fondo de una enorme pantalla de leds que escupía cifras con precios de armamento y mensajes políticos. Massive Attack, un grupo que siempre ha primado un concepto plástico global y enigmático por encima del culto a la personalidad de sus integrantes, presentó anoche en el Sónar un espectáculo con un contundente aparato audiovisual, que invadió los cinco sentidos de los miles de asistentes al recinto de Fira Gran Via.
Los dos históricos del grupo, Robert del Naja (3D) y Grant Marshall (Daddy G), manejaron los resortes de un show que, como ya se observa desde hace tiempo, ilustró la evolución de Massive Attack desde aquel soul nocturno, con vistas a Jamaica, de sus inicios, hacia un sonido más próximo al rock de vanguardia. Guitarras endurecidas, tempos hondos y bajos musculosos en un repertorio que no presentó novedades más allá de las citas al proyecto Battle box, emprendido hace un par de años por Robert Del Naja. Su actual gira tiende al greatest hits, con citas a clásicos de su repertorio como Risingson, Teardrop y la siempre incendiaria Unfinished sympathy. TENDENCIA A LA TINIEBLA Massive Attack nunca ha sido un grupo caracterizado por el dinamismo editorial, y sus novedades se suceden con cuentagotas. Anoche los de Bristol citaron repetidamente el que sigue siendo su último disco, Heligoland (2010), y dejaron claro que su evolución apunta hacia la tiniebla y la densidad sonora. Parámetros en los
Una inquieta Neneh Cherry
exhibió con éxito el fibroso ‘Blank project’, su disco en solitario
que encajaron las dos voces invitadas de la gira, con larga tradición de colaboración con la banda, las de Martina Topley-Bird y el veterano jamaicano Horace Andy.
TRÍO MANEJABLE El recinto diurno del Sónar, Fira Montjuïc, se despidió con un desfile de actuaciones en el que despuntó el fibroso regreso de Neneh Cherry con Blank project, su primer disco desde 1996. Formato manejable, teclados y batería, y repertorio con canciones crudas y voluptuosas, que heredan parte de la sensualidad de la primera Cherry pero las proyectan hacia un campo más experimental. Como Spit three times, Weightless y Out of
the black, que condujeron a un único bis con, ahí sí, mirada al pasado: Buffalo stance, de su disco de debut, Raw like sushi (1989), con un tratamiento más duro y lineal.
Sílvia Pérez Cruz ofreció un recital sorpresa con Ravid Goldschmidt, a cargo este del oval sound, evolución del hang suizo conectada a un iPad. Y el canadiense Kid Koala la armó con su show vodevilesco, entre azafatas- cheerleader que desplegaron una enorme senyera. Oscuridad y verbena en el Sónar.