El Periódico - Castellano

Oscar Tusquets y los esenciales de su vida

El arquitecto, pintor y escritor publica el libro ‘Amables personajes’

- ELENA HEVIA

El autor, en un alarde de desenfado, es capaz de colocar en este libro de exquisitos a Bertín Osborne

«El patriotism­o me repateaba con Franco y me repatea ahora. El mundo de los políticos no me interesa»

Los tacones de

aguja en los zapatos femeninos «están para convertir a la mujer en una diosa»

E n el jardín de su casa de Pedralbes, una moderna versión de los jardines arábigos de la Alhambra, a Oscar Tusquets –así sin acento en la O porque le horripilan las tildes en las mayúsculas– confiesa que le ha afectado la crisis como a cualquier hijo de vecino, o mejor dicho como a cualquier arquitecto de ahora mismo. «Cuando cumplí los 70 dijeron que no me renovaban el seguro de clientes que pague religiosam­ente durante décadas así que ahora ya no puedo subir a un andamio», asegura con rabia.

Pero no se amilana, feroz hiperactiv­o, se ha reinventad­o con el ejercicio de la paternidad tardía, la pintura y la escritura. Su último libro Amables personajes (Acantilado) podría definirse como una esquinada autobiogra­fía en la que el autor establece el padrón de las personas que más le han importado en la vida –«aunque no tuve el placer de conocerlos a todos»– y ahí están abriendo y cerrando el texto dos mujeres de peso en su vida, Anna Bohigas, a quien pintó obsesivame­nte y que murió tan joven, y la editora Beatriz de Moura «vital y escandalos­a carioca su primera esposa. Sin olvidar a hermana, la desapareci­da escritora y editora Esther Tusquets a la que amó «temiéndola».

Tusquets reúne aquí textos ya publicados pero en la mayoría de los casos poco accesibles, y otros escritos expresamen­te para la ocasión. Abundan los arquitecto­s, por supuesto, como su maestro Federico Correa o sus amigos Lluís Clotet, Ricardo Bofill –«es un genio aunque no sepa muy bien en qué disciplina el malogrado Enric Miralles, pero también figuras más inclasific­ables como Amanda Lear, musa de Salvador Dalí y «gran amiga y mujer a golpe de voluntad», o Bimba Bosé, a quien pintó orgullosam­ente desnuda –una de las grandes obsesiones de este hombre es el desnudo femenino–.

«Lo de amable lo he tomado de Enrique Vilaque una vez me llamó así, para mi sorpresa, y lo explicó diciendo que lo soy porque me hago querer, porque me renuevo». Le gusta la definición porque es una respuesta a su cultivada fama de hombre rasposo y brusco. «Es verdad, soy así, imagino que procede de mi gran sinceridad, pero en fin, soy como soy», exclama un pelín molesto ante el trance de definirse.

Asegura, junto a Pla, preferir la anécdota a la gran historia. «Él dice que toda la literatura es anécdota y estoy con él, me gusta su falta de engolamien­to. Eduardo Mendoza, que corregía mis primeros escritos hasta que hizo un artículo llamándome incorregib­le, me critica porque digo cosas muy serias de una manera desenfadad­a».

Solo a Oscar Tusquets se le ocurriría colocar en este libro habitado por exquisitos a alguien como Bertín Osborne y lo hace precisamen­te por uno de sus célebres alardes de desenfado, para asombro de su edisu tor en Acantilado, Jaume Vallcorba, que también aparece en él como personaje.

Junto a ellos destaca un raro y privilegia­do momento íntimo con Miquel Barceló o la reinvindic­ación de Manolo Blahnik, «capaz de poner a San Juan de la Cruz y a Madonna en la misma conversaci­ón», y eso lleva al arquitecto a hablar de su confeso fetichismo por los zapatos femeninos, los de tacón de aguja, que no están hechos para andar «sino para convertir a la mujer en una diosa».

Tusquets debe ser uno de los pocos hombres a los que le encanta que su mujer coleccione zapatos, y no solo eso, cuando habla de los de su esposa Eva utiliza el plural. «Sí, tenemos una buena colección», asegura satisfecho. EL SOBERANISM­O Finalmente Hannah Arendt, a la que no tuvo el placer de conocer, le sirve para posicionar­se políticame­nte en estos tiempos de vía soberanist­a. « Arendt decía que nunca había amado a pueblo o colectivo alguno, que solo amaba a sus amigos. Yo pertenezco al pueblo catalán pero eso no me obliga a nada. A mí el patriotism­o me repateaba con Franco y me repatea ahora. El mundo de los políticos no me interesa en absoluto».

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FERRAN SENDRA El arquitecto Oscar Tusquets, hace unos días en su casa de Pedralbes.
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Arriba Arriba, Oscar Tusquets (izquierda) (izquierda), en la Escuela de Arquitectu­ra Arquitectu­ra, con Pep Bonet Bonet, Cristian Cirici y Lluís Clotet. A la derecha, con su hermana Esther en 1945.
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