Louis Van Gaal
Seleccionador de Holanda
El veterano entrenador, a quien le aguarda el banquillo de Old Trafford cuando acabe el Mundial, dio una lección táctica a su homólogo español en su debut en el Mundial. Su meticulosidad táctica tuvo un merecido premio.
Los entrenadores siempre ganan los partidos en la pizarra. Luego, el gran problema que se les presenta y a veces no pueden resolver es que las flechas que dibujan se tuercen, los futbolistas se equivocan, intervienen los árbitros y, al final, llegan las derrotas. El plan perfecto, entonces, se estropea. Tampoco existe el crimen perfecto.
Louis van Gaal llevaba tanto tiempo planeando la cita con España, alrededor de cinco semanas, deslizó, que utilizó un rotulador imborrable e insistió tantos a sus hombres en las instrucciones que ni uno se equivocó. Tal vez el único fuera De Vrij, al lanzarse alocadamente al suelo, lo que aprovechó Diego Costa para simular el penalti.
«Para ser sincero, el 5-3-2 no fue demasiado bien en los ensayos contra Ecuador, Ghana y Gales, pero seguimos entrenando y trabajando en ello», explicó Van Gaal, que tiró de sencillez al reconocer que el plan salió perfecto. «Nos salió mejor de
lo que nadie esperaba, incluso yo», confesó. Lo que no pudo predecir el seleccionador holandés, en realidad, fue el hundimiento de España.
Van Gaal quería alargar el campo para forzar la desconexión entre las líneas españolas, sobre todo entre el centro del campo y la defensa, mediante pases largos desde atrás a sus delanteros para que se jugaran el uno conra uno ante Piqué y Ramos. Con los cinco zagueros atrás, quiso atraer a todos los peloteros (Xavi, Iniesta, Silva) para sorprender al contrataque. «Solo preparé el parti- do de España», dijo Van Gaal, sin querer adelantar cuál sería el dibujo de Holanda frente a Australia.
Cinco semanas y cinco días
Cinco semanas duró la preparación del debut y cinco días durará la del partido ante Australia del próximo miércoles. Desde el sábado los tres analistas de su amplio cuerpo técnico están encerrados en el hotel diseccionando los últimos partidos de Australia. Los demas colaboradores de Van Gaal y la plantilla acudieron a las instalaciones del Flamengo bajo un sol abrasador, a 30 grados, y con los familiares en las gradas. Del hotel de concentración, en el frente marítimo de Ipanema, al campo se tardan seis minutos en una situación de tráfico nomal.
Los titulares corrieron en la bicicleta estática y se entregaron a unos estiramiebtos más propios del yoga, mientras los otros 12 jugadores chutaban a portería y disputaban un partidillo en un cuarto de campo. Con Van Gaal encima y esos gritos que no se saben si son de felicitación o exigencia. El epílogo fue idéntico para todos. Robin van Persie acabó jugueteando con sus hijos en una esquina del campo. El de Dirk Kuyt apareció con una camiseta argentina de Messi.
Un gol «brillante»
«Fueron cinco goles, pero pudieron ser seis, siete u ocho», dijo Van Persie, aportando el punto de imperfección al plan de Van Gaal. El delantero, investido capitán por el selecionador, quiso felicitarle, consciente de que el cambio de sistema era una iniciativa personal del técnico que le granjeó críticas. «Pasó exactamente lo que el cuerpo técnico predijo. La táctica funcionó como un sueño», explicó, sin rubor tampoco para calificar su primer gol de «brillante».
«No nos perderemos en la euforia dijo Van Gaal, un pelín más sonriente ayer de lo habitual. «He estado en cinco torneos y sé que solo es el comienzo», añadió Van Persie con prudencia.