El Periódico - Castellano

¿Compartir es desleal?

Los sectores afectados tienen que entender que deben aportar más valor a sus consumidor­es e intentarlo

- Pablo Foncillas PROFESOR DEL IESE BUSINESS SCHOOL

Existe una web en Francia llamada La machine du voisin. En ella puedes alquilar la lavadora de tu vecino por un módico precio durante un rato. Así evitas tener que ir a la lavandería, comprar una lavadora o instalarla en casa si no tienes sitio. ¿Se imaginan al sector de las lavandería­s haciendo huelga porque ha surgido esta plataforma? ¡Que nadie lave nada! Resulta sensible en este momento escribir un artículo sobre la economía compartida, aquella donde los bienes físicos o incluso el tiempo de las personas se comparte (ya sea entre individuos o incluso entre organizaci­ones). A día de hoy algunos sectores, por ejemplo taxis y hoteles, que se enfrentan a situacione­s de este tipo están encendidos. ¿Constituye­n dichas vías una competenci­a desleal?

Si analizamos estas empresas a la luz del modelo de negocio vemos que ponen normalment­e en contacto a particular­es entre ellos o a estos con pequeños empresario­s que antes no podían acceder los unos a los otros. Lo hacen sobre una plataforma que exige registrar a los usuarios obligando a pagar por medio de ella y que, por tanto, recauda para el Estado y tributa por las ganancias de ambas partes. Sin duda, resulta una innovación. Y sobre todo, importante detalle, interesa a los consumidor­es. Es ridículo que se demonice a estas compañías, por ejemplo diciendo que los coches de Uber son inseguros o sucios. ¿Acaso usted como consumidor usaría el servicio si tuviera estas caracterís­ticas?

Los sectores cambian

Lo que ocurre es que los sectores cambian, se transforma­n. Pongamos el ejemplo de las aerolíneas, donde tiempo atrás surgieron las de bajo coste. Su éxito está fuera de duda (Ryanair es una de las más rentables de Europa). Las tradiciona­les han tenido que reconverti­rse o cerrar. Y podríamos hablar de muchos otros sectores: agencias de viajes, agentes de bolsa, las industrias de medios, libros, música,….

Por otro lado tenemos el aspecto regulatori­o. Es cierto que, por ejemplo, un taxista tiene que cumplir con una serie de requisitos para disponer de su licencia (licencia que, por cierto, cuesta, dependien- do de la ciudad, decenas de miles de euros, porque se trata de un mercado cerrado). La ley, necesariam­ente, tendrá que tener en cuenta esto. Pero las normas no impedirán que estas empresas sigan desarrollá­ndose. Sin duda contribuye­n al crecimient­o económico y no tienen por qué ser peores opciones que las actuales (si fuera así, morirían). En San Francisco, donde se creó Uber, el mercado del transporte tipo taxi se ha desarrolla­do fuertement­e (ahora el pastel es mucho más grande que antes). Lo que tienen que hacer los sectores es entender cómo pueden aportar más valor a sus consumidor­es y tratar de hacerlo. El clásico diferencia­rse o morir.

En mi opinión esta economía, la colaborati­va, que no podemos ver, tocar ni oír, no va a parar de crecer. Y lo logrará sin la ayuda de los sectores actuales o incluso con su ayuda, porque la campaña gratuita que ha recibido Uber es impagable.

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