Coca-Cola pierde la sonrisa
El antiguo eslogan de la marca, Una Coca-Cola, una sonrisa, parece estos días una triste broma. La enseña estadounidense, una de las más reputadas a nivel mundial con campañas multicolores en todos los continentes del planeta, vive sus horas más bajas en España tras meses de conflictividad laboral y la anulación el pasado viernes de un ERE que afecta a 1.190 trabajadores.
La empresa opera en el país a través de una empresa embotelladora de capital local controlada por la familia catalana Daurella y otros accionistas. Hasta el 2013, un total de 8 embotelladoras en España y Portugal fabricaban y comercializaban 24 marcas de bebidas y 69 productos de The Coca-Cola Company, con un total de más de 3.300 milones de litros vendidos. Pero en ese momento, la empresa decidió reorganizar sus operaciones en España, reducir su estructura, crear una nueva empresa The Coca-Cola Iberian Partners y despedir a 1.190 trabajadores de las embotelladoras para mejorar su eficiencia.
La reforma laboral aprobada por el Gobierno del PP en el 2012, sin acuerdo con los agentes sociales, permite despidos unilaterales con pretextos tan poco solventes como la previsión de una reducción de la actividad o la necesidad de mejorar la eficiencia. Pero la práctica de las grandes empresas de saltarse las buenas prácticas de la negociación colectiva y no informar debidamente a los sindicatos, está encontrando un rechazo frontal en los juzgados, como se ha visto en las decisiones de
A los consumidores les preocupa la cadena de valor que hay detrás de los productos
la Audiencia Nacional, que ha tumbado los ERE de Panrico y de la embotelladora de Coca-Cola.
La marca multinacional ha gestionado el conflicto de la peor manera. En una primera fase, el presidente de Coca-Cola en España, Marcos de Quinto, llegó a decir «Esta no es mi empresa, este no es mi ERE», refiriéndose a la reestructuración de su embotellador único en España. Posteriormente, la marca lanzó una campaña publicitaria para desvincularse de su proveedor. La práctica, lejos de lograr el objetivo de mejorar la imagen de la marca, lo que hizo fue dañar todavía más la reputación de la empresa. ¿No son las grandes marcas responsables de lo que hacen sus proveedores? ¿No preocupa a los consumidores la cadena de valor que hay detrás de los productos que se compran? En una sociedad de consumo del siglo XXI, el buen gobierno corporativo significa hacer las cosas bien, también cuando toca reestructurar. Una empresa tiene derecho a reorganizar sus actividades, pero está obligada a sentarse con los representantes de los trabajadores y negociar un acuerdo. Esa es la clave de la negociación colectiva. Todo lo demás se acabará viendo en los juzgados.