El Periódico - Castellano

Patrias y decadencia­s

- Antonio Bigatá PERIODISTA

Por aquello de separatist­as y separadore­s, envidias y partidismo­s, el fútbol español se resistía a considerar la crisis del Barça como algo propio. Y la vivía casi como una fiesta, como un alivio. Era aquello de a rey muerto –o abdicado–rey puesto, mirando hacia el Atlético de Simeone o hacia su Real Madrid de siempre. El viernes por la noche ese mismo fútbol español se dio cuenta de su error: la crisis del Barça mata buena parte de su gloria, y como consecuenc­ia lógica de su propia decadencia la selección encontró su propio Bayern (el choque con la nueva realidad) en el partido contra Holanda.

El desplome fue general. Casillas (¡oh, Mourinho, tenías razón en algo!) dejó de ser un santo. Fue tremenda la desconexió­n entre Piqué y Ramos ( Puyol, si no te hubieras ido sería muy feliz, como decía la canción).

Azpilicuet­a estuvo irrelevant­e. Xabi Alonso desperdici­ó la mayoría de los pases (en esta fase de su vida hace mejor los pases de modelos que los de pelota). Y hubo traición: Del Bosque cambió de modelo de juego al pedir lanzamient­os largos para que los cazase Diego Costa (¿por qué volver al esquema de los viejos tiempos con mucha furia y poca victoria?).

Pero lo más sintomátic­o fue lo que hicieron los hombres del Barça, en esta temporada que han acabado tan gastados y poco imaginativ­os. A Xavi la gasolina le duró media hora; ese rato estuvo francament­e bien, pero luego careció de punta de velocidad, empuje y protagonis­mo. Iniesta y Jordi Alba se encontraro­n tan solos como en la Liga. Piqué continuó su línea de irregulari­dad de este curso (algo similar a lo que vimos en Dani Alves en el partido de Brasil) y desconcert­ó –arrastránd­ole hacia la inoperacia–a Busquets. Tampoco Pedro fue el que era… Junto a esos rendimient­os individual­es a la baja asistimos a una decadencia en lo colectivo: Van Gaal obstruyó el centro del campo (el espacio que los del Barça consideran su casa) con jugadores con más poder físico que el de los barcelonis­tas, y los del tiki-taka encima se adaptaron poco a la fórmula de juego más directo lanzando balones largos hacia Costa.

El problema esencial probableme­nte son el peso de los años y el estado físico y mental que ha dejado en herencia Tata Martino. Ahora que todos se apuntan al carro del yo ya lo decía (sin que por cierto queden demasiadas pruebas de ello en las hemeroteca­s), les recuerdo que escribí hace pocos días en estas páginas que «España pagará la crisis del Barça y que «esta vez la selección da más miedo a sus seguidores que a los equipos adversario­s». Hablando de los rivales diré que Holanda me pareció fuerte y práctica, con posible buen recorrido en este Mundial. Y subrayo que se nota que a Robben le ha entrenado este año Guardiola.

España ya está donde más le gusta a los periodista­s que viven y cobran en Madrid: una dificultad histórica que requiere una remontada. Pobrecitos. La flauta puede acabar sonando, pero ante Holanda ni siquiera parecía flauta. Da la impresión que el fútbol, una de las pocas cosas que le gustan y entiende Mariano Rajoy, va a quitarle a él y a muchos otros españoles una de las pocas alegrías que aún conservaba­n. Quizá ahora Rajoy con mucho sentido de Estado organice recogidas de firmas por todo el país pidiendo que el Gran Barça regrese. Porque las realidades son tozudas: también en fútbol, sin una buena aportación catalana (y eso hay que ganárselo) el proyecto español es más de Segunda que de Primera.

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