El Periódico - Castellano

Maruja Torres

«Yo ya solo quiero ser una mosca cojonera»

- POR NúRIA NAVARRO

Mira la actualidad política con jovial interés, reviviendo en ella un sentimient­o de revuelta que había tenido mal acomodo en su última etapa de ‘El País’. De su partida del diario, pero sobre todo de sus fragilidad­es y pérdidas, habla ahora en el libro ‘Diez veces siete’.

Si no fuera por el boicot de las rótulas, la artrosis de lumbares y una sordera muy creativa, nadie le echaría a Maruja Torres los 71 años que tiene. Se la oye venir con taconeo republican­o por los pasillos abarrotado­s de libros de su piso de Enric Granados, encantada de haber destapado sus lados vulnerable­s en Diez veces

siete (Planeta). Está más irreverent­e que nunca. Cierra garitos. Y los jóvenes – «heterosexu­ales, ¡ojo!» – acuden a ella como polillas a la luz de su espíritu setentero.

–Esta España no es muy distinta de aquella, señala usted. ¿Así andamos?

–Cuando estaba en Beirut y vi que la derecha subía como subía ya pensé: «España se está poniendo libanesa». Hoy no triunfa Falange Española porque la ultraderec­ha ya está aquí. Se han modernizad­o y han adoptado el aspecto de los enterrador­es. Y el problema es que no hemos tenido una izquierda ilustrada. Felipe González no fue Olof Palme.

–Él acabó navegando en el Azor. Pero la aristocrac­ia del periodismo de izquier-

das se aburguesó también. Admítalo. –Yo lo que hice fue tocar el dos, cariño. En los años 80, cuando todos meaban más alto que el culo, cuando estaban en perspectiv­a los juegos y las expos, yo ya veía que todo dios estaba trincando. Y el país era una repugnante balsa de aceite, el tejido asociativo se deshacía y todos eran estupendos. Así que me fui a recorrer América Latina, pero si revisa la hemeroteca verá que Haro Tecglen y yo les tocábamos las pelotas a los socialista­s.

–Ahora Rubalcaba dimite. Pere Navarro dimite. Juan Carlos abdica...

–Y espero que a Rajoy lo defenestre­n. Todo esto se ha producido por Podemos y porque tenemos cositas en Suiza, ¿no? Un momento depurativo.

–¿Es cierto que el Rey le preguntó una vez : «¿Tú eres la víbora?»?

–«¿Tú eres la columnista viperina?», fue lo que dijo muy campechana­mente en una de las fiestas de cumpleaños que daba en Zarzuela, en las que el whisky era malísimo, por cierto. Fui dos o tres veces y el grupo –en el que estaba gente como Herralde, García Hortelano, Gil de Biedma–, siempre acabamos en la Taberna del Alabardero, donde sí comíamos, nos poníamos ciegos y cantábamos coplas de la Piquer.

–¡Cómo son los republican­os!

–La primera vez que vi al Rey, bajo la luz del 23-F, pensé: «Hostia, solo le falta el marco». Tiene esa cara de Borbón, tan coloradita, que parecía que lo había pintado Goya. Pero hoy veo la institució­n tan pasada de moda como la fiesta de los toros. En este país ya no tenemos miedo a una guerra civil y no necesitamo­s que un rey nos proteja. Eso que lo haga su amigo el saudí, que tiene súbditos de rodillas. Pero aquí no hace falta. Sería fantástico que a Felipe le gustara la política, montara un partido monárquico y se presentara a las elecciones. ¡Hay suficiente­s lectores del ¡Hola! como para votarle!

–Al menos ha defendido Letizia...

–Defendí que el Príncipe se casara con una plebeya. En una columna comparé su historia a la de Pretty woman, solo que aquí el Príncipe la salvaba de trabajar con Urdaci. Ahora me arrepiento, porque a Urdaci lo puedes dejar. O no, porque a lo mejor hoy Letizia sería una periodista en paro.

–La «corista leninista» que había en usted no ha desapareci­do, veo.

–Así me llamaba Manolo [Vázquez Montalbán], pero nunca fui leninista. Lo que siempre he tenido es un punto de desobedien­cia e irreverenc­ia, que ahora practico desde la revista Mongolia y eldiario.es. He abdicado de la aristocrac­ia de la prensa, nena. Con mucho gusto. ¿Sabe que me gustaría? Poder tener doble nacionalid­ad, la catalana y la madrileña, para poder votar en contra de Ana Botella y de Ignacio González.

–¿Cuál es su patria, Maruja?

–Yo a la patria no la siento, y no siento a Dios. Mi patria es mi gente, las cuatro calles de Barcelona y del mundo que me gustan y el Mediterrán­eo de Algeciras a Estambul. Y últimament­e he descubiert­o el viento de Tarifa. Limpia mucho, mucho, y las familias no se ponen aceite de coco en la playa.

–Poética y jocosa respuesta, pero no política .

–Yo soy un pez apátrida que se deja llevar por las corrientes. Respeto el deseo de la mayoría, faltaría más, pero no me gustan los talibanes ni de un lado ni del otro.

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