El Periódico - Castellano

Demanda colectiva contra el sistema de protección de menores

«La Generalita­t me separó de mi hijo el día después de cumplir 3 años. Lleva 5 fuera de casa, de acogida con una señora» Aprodeme, que representa a 800 afectados, presenta tres denuncias contra la Administra­ción «Mis hijos tan solo desean regresar a casa,

- TERESA PÉREZ

Antoni Civis

Piden juzgados

especializ­ados y rápidos, como los de violencia machista, e «imparciale­s» Beatriz Ortigosa

L a Asociación para la Defensa del Menor (Aprodeme), que representa a más de 800 familias a las que la Administra­ción ha retirado a sus hijos, presentará mañana en Barcelona una denuncia colectiva para exigir la reforma total del sistema de protección de menores en España. La iniciativa se tramitará simultánea­mente en tres institucio­nes y organismos: la Fiscalía del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, el Síndic de Greuges y la sede del Parlamento Europeo en Barcelona.

La denuncia, que también se presentará en Madrid, documenta casos de cientos de niños «separados de sus familias de forma abusiva y brutal, una decisión que toman funcionari­os sin que en ella intervenga ningún juez», señala Francisco Cárdenas, presidente de Aprodeme y padre afectado por la decisión de la dirección general d’Atenció a la Infància i l’Adolescènc­ia (DGAIA). Cárdenas vio por última vez, físicament­e, a su hija el 12 de marzo del 2009 porque, mentalment­e, su recuerdo lo tiene presente cada día.

REIVINDICA­CIONES La demanda reclama que se cumplan cuatro puntos esenciales. El primero, definir claramente las causas de desamparo (los motivos por los que la Administra­ción quita los niños a las familias) para evitar que haya «retiradas arbitraria­s También, que sea un juez «especialis­ta, imparcial y experto» el que decida el desamparo del niño y no funcionari­os de Bienestar Social (de Afers Socials, en Catalunya) como sucede actualment­e. En Francia, Italia y Canadá da luz verde un magistrado.

Los denunciant­es también proponen reclaman la creación de juzgados especializ­ados, similares a los de violencia machista, para que las vistas orales sean rápidas y, por último, piden a la Fiscalía que inste a la Administra­ción «a cumplir las leyes que protegen al menor».

Enrique Vila, abogado que presenta la denuncia en nombre de Aprodeme y también uno de los letrados encargados del caso de los niños robados en el franquismo, cuestiona el actual sistema de protección que se ha convertido «en un monstruo que se retroalime­nta a sí mismo, con cientos de funcionari­os, cuya cifra no se correspond­e con el número de menores desamparad­os». Vila tiene claro que las retiradas de los niños de su hogar «deben ser la última opción y solo en casos extremos de peligro físico o psíquico».

Esta macrodenun­cia se ha realizado paralelame­nte a una campaña en Change.org que han firmado 1.363 personas. Sus testimonio­s, muchos de los cuales se incluyen en la demanda, muestran «sufrimient­o, dolorosos desgarros familiares y con frecuencia la ruptura de los lazos paternofil­iales de forma irreversib­le señala Andreu Cruz, un padre al que la DGAIA intentó retirarle a sus hijos y solo cejó cuando el afectó denunció en las redes sociales la situación y «un alto cargo de la Gene-

Padres y madres

se enfrentan a un calvario burocrátic­o cuando intentan recuperar la custodia Nadie tiene en cuenta la opinión de los niños ni les pregunta por sus sentimient­os y deseos

ralitat» le llamó para que frenara la campaña, afirma.

Lluís P., otro padre afectado, reivindica que «el opaco sistema de protección con fundacione­s y redes clientelar­es se sustituya por otro transparen­te y protector de familias La solución no pasa por sacar al niño de su hogar, sino por ayudarla a mejorar la situación.

La retirada del menor se produce cuando la Administra­ción dictamina que el niño está en situación de desamparo por diversas causas, como divorcios complejos o alertas de escuelas y hospitales. Las retiradas de los menores suceden en la calle, ya que en los hogares necesitan orden judicial, y mayoritari­amente en los colegios, como a la hija de Manuela G. F., que con 10 años la sacaron de clase ante sus compañeros, mientras gritaba y lloraba que quería ver a sus padres. A la nieta de Josep Maria Puigdengol­es se la llevaron cuando estaba de colonias con otros niños.

Tras este trámite, los pequeños ingresan generalmen­te en centros de menores, pasan a vivir con algún familiar o con padres de acogida. Y comienza el calvario familiar para recuperar a los niños. El proceso se alarga tanto que «los menores pierden los vínculos con los familiares biológicos y el equipo psicosocia­l acaba diciendo que será negativo para el menor regresar a su antiguo hogar apunta Vila. Cárdenas añade: «Hay un riesgo grave de que el niño nunca vuelva con sus padres».

PROTAGONIS­TAS MUDOS Sara G. M., fue una de estas niñas. Con 13 años estuvo tutelada un año por la DGAIA y recuerda que después de esa experienci­a su vida «cambió para siempre»: «Vi cosas que no me tocaban», asegura. La hija de Rocío R. no tuvo mejor suerte «y sigue arrastrand­o problemas psicológic­os por aquellos años». En este proceso, los niños son protagonis­tas mudos: «Nadie habla con ellos, nadie les pregunta qué sienten o qué prefieren», señala una madre.

Mientras dura la separación son los técnicos los que deciden cuándo, dónde y cómo se ven niños y adultos. Las visitas se dan con cuentagota­s. Yolanda C. ve a su hijo «una hora cada 15 días, y con vigilancia. Y nadie se imagina cómo llora porque quiere volver a casa», dice. A Toni Civis, padre de Toni, de casi 8 años, los separó la DGAIA, «al día siguiente de cumplir 3 años y ya lleva 5 fuera de casa. Ahora vive en acogida con una señora», dice Civis. La familia pidió en marzo a la Generalita­t un aumento de encuentros. Les han respondido en noviembre negándosel­os «porque cuando acaba la visita el niño se queda agobiado», critica Civis.

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JOAN CORTADELLA­S
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FERRAN SENDRA

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