POSIBLES
NANDO
Cruz
No hay tantos conciertos de sábado al mediodía que agoten las localidades y para los que incluso se organice una lista de espera en la puerta por si se libera alguna entrada. Pero hoy, en el elegante edificio modernista Casa Orlandai de Sarrià, el llenazo está garantizado. Bienvenidos al circuito de espectáculos infantiles, en el que las decisiones de última hora suelen ser un desastre.
Este equipamiento municipal que en los 70 acogió la escuela del mismo nombre cumplió en primavera su primera década como centro cultural. Esta soleada mañana acoge el estreno del último montaje de la compañía infantil Comsona? y el atasco de cochecitos es de
Es música sin palabras. A esta edad aún no las comprenden y, por tanto, despistan
cuidado. Se detecta cierto nerviosismo entre padres last minute que temen quedarse en la calle.
En la puerta, Elena Pereta, coordinadora de la compañía y cantante, da las únicas instrucciones a los adultos: silencio porque no hay amplificación y si no los bebés no podrán escuchar los instrumentos. Sobre el suelo de la sala han colocado una moqueta en forma de u para que el público se acomode.
El concierto empieza. El contrabajista marca un compás de tres por cuatro, su compañero se le suma con la flauta travesera y Elena entona un vals cuya letra dice: pampam pararam pam pararam… Varios bebés abandonan el perímetro enmoquetado y gatean por el pasillo teóricamente reservado a los músicos. Cuando Elena y sus músicos hacen una pausa, un bebé emite un «ooooh» que hace reír a padres y madres y confirma al trío que todo va a ir de rechupete.
Contrabajo y flauta travesera son sustituidos por guitarra acústica y saxo soprano. Y el vals da paso a la bossanova. De nuevo, ritmos agradables. Ahora los músicos avanzan por el pasillo mientras