«La fotografía es una forma de plegaria»
Independiente. Espontánea. Moderna. Risueña. Sensible. Original. Nerviosa. Así es sor Isaura Marcos (Los Santos, Salamanca, 1959), monja de clausura del monasterio de Pedralbes que vive empeñada en crear arte irrepetible moldeando la realidad e inmortalizándola con su máquina compacta: «El arte no es lo que ves, sino lo que haces ver a los demás», dice su estado de Whatsapp. Marcos expone sus creaciones con una sola condición: que la recaudación sea benéfica. Tras colaborar con Acnur, el día 23, en Galería Comercial Sarrià, la obra de la religiosa se expondrá junto a las de otros 11 artistas: lo que recauden irá destinado a la fundación Arrels, que da cobijo a personas sin hogar.
–¡Una monja fotógrafa! –¡Pues sí! (ríe). No sé de ninguna otra en nuestro entorno. Desde pequeña me fascina el arte. Empecé con la pintura, pero no me llenaba. En el 2005 me regalaron mi primera cámara, y en el 2010 empecé de manera autodidacta con la fotografía creativa.
–¿Cómo llegó a Pedralbes? –A los 14 años vine a Barcelona. Estuve tres años trabajando y en 1976 decidí entrar en el monasterio, un auténtico microcosmos de belleza.
–¿Qué clase de fotos hace? –Me gustan las únicas e irrepetibles: ¡lo típico me aburre! Desde el 2010 sigo una línea propia: juego con los reflejos y altero la realidad con objetos reciclables que encuentro: vasos, tapones, cucharas… son fotos natura- POR les que necesitan paciencia y muchas horas. Cuando las hago, siento una liberación como si estallara una olla exprés.
–Desprende usted mucha personalidad. –Me satura lo común. Cuando un turista me pregunta si hago pastitas, le digo: «Oiga, no le sepa mal, pero no le voy a contestar a ese cliché. Si quiere, le puedo enseñar los puntos de libro que hago con mis fotos».
–Usted es una «mujer de su tiempo», según su blog. –La clausura no es como antaño. Me gusta expresar mi espiritualidad con un mensaje visual actual y no tan ñoño como el clásico.
–Hábleme de sus proyectos. –Soy la primera monja que ha versionado en ocho idiomas y a través de la fotografía el Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís. He participado en galerías, la última en el monasterio en el 2016: fue nuestra primera galería benéfica, en este caso para que Acnur ayudara a los refugiados. El día 23 expongo junto a otros artistas en Sarrià. La recaudación será para Arrels.
–¿Todas sus fotos son del monasterio? –Todas. Ese es mi gran reto: cada día descubro rincones nuevos.
–¿Dónde hay más contemplación: en el monasterio o en el objetivo de su cámara? –Se complementan (ríe). Si no tuviera mis momentos de hacer la eucaristía, lo otro quedaría cojo.
–De no haber sido monja, ¿hubiera sido fotógrafa? –Creo que estaba destinada a descubrir la fotografía en este monasterio. No pienso en otra vida: me centro en esta.
Esta singular monja clausura no hace pastitas, sino fotos únicas que expone en galerías benéficas.
-Una foto que le gustaría hacer. –Mi sueño es fotografiar en el Gran Cañón del Colorado, pero tengo que ser realista: sé que es imposible. En realidad, mi mejor foto es la que aún no he hecho, porque en el momento que dices: «¡Esta es la mejor!», te quedas ahí muerto para siempre.