El Periódico - Castellano

Esmeralda Cervantes

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El ganador del concurso, Rovira, tiene hoy una estatua en la plaza que lleva su nombre, en Gràcia. No hay niño que pase por allí que no se siente a su lado y le pase un brazo por la espalda. Es bonito. En contraste, acudan a la plaza de Cerdà: lo único que uno desea allí es salir corriendo antes de que te atropelle un coche. Magrinyà relata que un grupo de ingenieros entre los que se cuenta reclama que la nueva plaza de les Glòries albergue una reproducci­ón del monumento que Cerdà llegó a tener en su horrenda plaza-autopista antes de que fuera reformada. Cerdà tuvo cuatro hijas con su esposa, Clotilde Bosch, si bien la cuarta la aportó ella: no era del ingeniero, que le dio su apellido pero la desheredó. La pequeña no hubiera necesitado esa herencia: Clotilde

Cerdà, hoy más olvidada que su padre, fue una niña prodigio, arpista de reconocimi­ento internacio­nal con el nombre de Esmeralda Cervantes, que da fe de sus buenas conexiones: el Esmeralda lo eligió Victor Hugo y el Cervantes, Alfonso XII. Con Rosita, su única hija soltera,

Cerdà acude en 1876 a tomar las aguas a Caldes de Besaia, Santander, donde fallece. Permanece en el cementerio de Barros, y en el olvido, hasta que Estapé hace trasladar sus restos y los guarda en una caja en su casa durante un año. El 18 de diciembre de 1971 es enterrado bajo la lápida peculiar. Un último revés: por un error luego subsanado, se inscribe mal el año de nacimiento, 1816 en lugar de 1815. H

Una réplica del Eixample en mármol decora la lápida del ingeniero de Centelles

Sus restos quedaron un siglo en Santander, hasta que Fabián Estapé los rescató

Tuvo cuatro hijas y desheredó a la última, ilegítima, niña prodigio y arpista de fama mundial

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