El Periódico - Castellano

«La Revolución cubana es eterna»

Héctor Gallo descubrió el plan de bahía de Cochinos

- RICARDO MIR DE FRANCIA

Héctor Gallo no figura en el panteón de los héroes de la Revolución cubana. No tiene plazas ni calles a su nombre. No tiene una pensión especial. Ni siquiera tiene una medalla agradecién­dole sus servicios. Pero es posible que sin este hombre de mente lúcida y palabra a borbotones, a pesar de sus 93 años y la silla de ruedas en la que se mueve por su casa de Alamar, la Revolución cubana hubiese sido poco más que un parpadeo de cuatro telediario­s.

En enero de 1961, Gallo averiguó los planes estadounid­enses para derrocar al Gobierno de Fidel Castro en la frustrada invasión de Bahía de Cochinos, una informació­n que transmitió a La Habana y permitió al Ejército cubano abortar la sorpresa de la Administra­ción de Kennedy. «Nunca esperé más que la satisfacci­ón del deber cumplido», dice con extrema modestia horas antes de que Raúl Castro se despida de la presidenci­a.

Gallo no era más que un barbero de un pueblo chiquito a las afueras de La Habana cuando la Revolución fue a buscarlo, apenas nueve meses después de la entrada de los barbudos en la capital. «Me dicen así estas palabras: ‘Ya no eres barbero, ahora eres diplomátic­o. Nos quieren joder y hay que saber cuándo, cómo y por dónde. Te vas de encargado de negocios para Paraguay’», cuenta desde su casa, una suerte de museo repleto de máscaras, amuletos y arte. En Paraguay, Gallo convenció a sus jefes tras darle largas a la CIA cuando trató de reclutarlo. Decidieron entonces mandarlo a Panamá, pero en el último momento se cambió el destino y el 23 de diciembre de 1960 partió hacia San José de Costa Rica.

«Los planes de agresión estaban muy adelantado­s. Ya sabíamos que tenían campos de entrenamie­nto en Nicaragua. Es Somoza quien les pide que le lleven un pelo de la barba de Fidel». Un día de enero de 1961 apareció en la embajada un «hombre con pinta de gay y marihuaner­o». Decía tener un hijo enfermo y quería venderle informació­n. «Yo tenía órdenes de no comprar nada, así que saqué la cartera y le di la mitad del poco dinero que tenía para que cuidara de su hijo». El hombre se había identifica­do como un mensajero entre Miami y los paramilita­res entrenados por la CIA en Nicaragua.

Aquel gesto ablandó al informante, según su relato, que decidió entregarle gratis lo que traía. Era un sobre blanco y sin rotular con un mensaje cifrado en un código que el mismo informador le entregó después. «El cable decía: punto de salida Puerto Cabezas (Nicaragua) y lugar de desembarco Bahía de Cochinos en las primeras horas de la madrugada de tal día». Esa fecha (17 de abril de 1961) y aquellas coordenada­s quedarían a la postre para la historia como una de las mayores humillacio­nes de la política exterior estadounid­ense del siglo XX, un episodio que sirvió también para barnizar la mitología de la naciente Revolución cubana.

Como todos los cubanos no está ciego ante la penuria que rige la vida de la isla y, aunque en gran medida la atribuye al embargo de Washington, apremia al nuevo liderazgo a hacer los ajustes que hagan falta. «La Revolución tiene que cambiar porque, si no, desaparece y la Revolución es eterna».

Este artista y antiguo agente secreto fue quien frustró la invasión ideada por EEUU

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RICARDO MIR DE FRANCIA Veterano Héctor Gallo, de 93 años, rodeado de recuerdos en La Habana.

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