Gran actriz, pero mayor
«Esa sensación cuando te descartan porque prefieren a alguien más joven (aunque en el guion ponga mujer 40 años…). Esa sensación».
Marian Álvarez, una de mis actrices favoritas, escribía hace unos días esto en su Instagram. Al leerlo, me emocioné y enfadé a partes iguales. Tengo la edad de Álvarez (y la del personaje que no le dieron y que, suponemos, parecía más joven), y desde hace un tiempo empieza a resultarme muy extraño, incluso incómodo, que haya tanta distancia entre la edad real de las actrices y la de los personajes que encarnan.
No hablo de películas en las que la chica es deliberadamente más joven que el chico, ni de tantas adaptaciones literarias o filmes inspirados en mujeres reales en los que, sin ninguna razón de peso, se rebaja la edad de las protagonistas. Hablo de algo más sutil, de algo preocupante precisamente por eso, porque lo tenemos tan asumido que no solo no
Lo peor es que no nos damos cuenta de ese desajuste
nos parece raro, sino que no nos damos cuenta. Hablo de actrices de 20 haciendo películas de treintañeras, y de actrices de 30 viviendo en pantalla la crisis de los 40. Obviamente siempre habrá actrices de edad indefinida que aparenten su edad y la de personajes más jóvenes o mayores que ellas. Pero no me refiero a eso; me refiero a películas en las que es obvio que las actrices son mucho más jóvenes que sus personajes.
Nunca me había fijado tanto en eso como ahora. Supongo que es porque, al contrario que algunas afortunadas, yo sí aparento la edad que tengo. Por eso, incluso cuando las actrices están extraordinarias, me cuesta conectar con películas en las que ese desajuste es escandaloso. Digo conectar porque identificarme es imposible. Igual no es el mayor de los males del cine actual, pero es algo que está ahí y habría que planteárselo.
No sé qué actriz hará el papel del que habla Marian Álvarez, pero me cuesta creer que haya una sola mujer de 40 años que no soñaría con que ella llevara al cine su historia.