Asad rusifica a sus hijos
Los hijos del dictador sirio pasan una temporada en un icónico campo de recreo exsoviético en Crimea que ha rehabilitado Putin
Artek fue un nombre mítico para los jóvenes comunistas del pasado siglo. Cada año, miles de chicos, ya fueran hijos de gobernantes soviéticos y de altos funcionarios del PCUS, ya fueran vástagos de líderes de partidos socialistas hermanos de todo el mundo, pasaban sus vacaciones en este campo de recreo no lejos de Yalta, en un lugar idílico a orillas del mar Negro.
La lista de visitantes no deja lugar a dudas acerca del enorme privilegio que suponía ser admitido como huésped: Yuri Gagarin, el primer hombre que orbitó alrededor de la Tierra; Lev Yashin, jugador de la selección soviética de fútbol en los años 50 y 60 y considerado el mejor guardameta de todos los tiempos; Ahmed Ben Bella, el primer presidente de Argelia, y Ho Chi Minh, el líder revolucionario de Vietnam que se enfrentó a Francia y EEUU.
Tras la independencia de Ucrania, las instalaciones atravesaron graves dificultades financieras y el perfil de sus visitantes se modificó: ya no se trataba de hijos de prohombres soviéticos o comunistas, sino de miembros de familias poco adineradas, la mayoría de ellos subvencionados por el Estado ucraniano.
La anexión de Crimea en el 2014 ha revertido de nuevo la situación. El Gobierno ruso ha invertido 10.000 millones de rublos (unos 129 millones de euros) en las instalaciones, devolviéndoles el lustro original a sus dos piscinas, a sus más de 100 hectáreas de parques, a sus 15 campos de deportes y a sus tres pistas de tenis, todo ello en una superficie que supera la extensión del principado de Mónaco.
Y los huéspedes ilustres de países aliados del Kremlin no han tardado en regresar. Hafez, Kerim y Zein al Assad, hijos del dictador sirio Bashar el Asad, son los primeros cuyos nombres salen a relucir. «Mis hijos estuvieron en Artek el año pasado; después del viaje conocen mejor Rusia», explicó el propio Asad al diputado Dmitri Sablin hace unos días durante la visita a Siria de una delegación parlamentaria rusa.
En Crimea, entre frondosos bosques de pinos y espectaculares acantilados que caen casi en vertical sobre el mar, a buen seguro los herederos del presidente sirio, ataviados con uniformes, pronunciaki. ron en ruso, en más de una ocasión, el credo de todo inquilino en Artek debe aprender de memoria: «Artekovtsi, nuestro querido Artek, ¡nunca olvidaremos!».
Nadie duda que, a estas alturas de la guerra en Siria, Asad ha unido su destino al de Vladímir Putin y la Federación Rusa, pese a no hablar la lengua de Feodor Dostoevs- Eso sí, pretende que sus hijos –alguno de los cuales, de mantenerse la lógica dinástica del régimen, le sucederá en el poder– resuelva las carencias de su progenitor. Hace un año, el embajador sirio en Moscú, Riyad Haddad, reveló que el ruso se aprendía ya como segundo idioma en las escuelas sirias, lo que incluía a la descendencia del dictador.
«Tras estar en Artek, mis hijos conocen mejor Rusia», declara el presidente sirio