El Periódico - Castellano

Infierno en el Liceu

‘Demon’, de Antón Rubinstein, se estrena en ruso en España con una moderna coproducci­ón

- MARTA CERVERA

Todo está listo en el Liceu para el estreno, el próximo lunes, de Demon,una ópera de Antón Rubinstein (18291894) protagoniz­ada por un maligno de espíritu romántico. La obra, muy popular en Rusia pero desconocid­a en gran parte de Europa, se vio en Barcelona en italiano en 1905, en el teatro Novedades. Es la primera vez que se podrá disfrutar de esta pieza con elegantes melodías y bellos coros en versión original.

Esta nueva produccció­n tiene una estética moderna y está protagoniz­ada por una de las sopranos del momento, Asmik Grigorian, que debuta en el Liceu, y por Egils Silins, bajo barítono wagneriano que en su anterior vista cantó El holandés errante. Mijail Tatarnikov estará al frente de la orquesta y coros del Liceu. «Hemos sintetizad­o la ópera eliminando cosas que eran repetitiva­s y el ballet, que mostramos de otra manera. Pero conservamo­s toda la música importante. La nuestra es una versión para el público de hoy, más sintética», explicó en rueda de prensa Dimitri Bertman, responsabl­e de la puesta en escena y de la Helikon Opera de Moscú, que coproduce el espec- táculo junto al Liceu, la Staatsthea­ter Nüremberg y la Opéra National de Bordeaux. Su intención es redescubri­r uno de los títulos más famosos de la ópera rusa tras Boris Godunov, de Musorgski, y Eugene Oneguin y La Dama de picas, ambas de Chaikovski, alumno de Rubinstein.

ENTRE DOS MUNDOS / Su versión muestra al maléfico como un ser algo envejecido y de larga cabellera blanca que rechaza cualquier intento de salvación. Pero se enamora de Tamara, una joven ingenua a punto de casarse. Para conseguirl­a provoca el fin de su rival, el príncipe Sinodal (Igor Morozov, tenor), poco antes de su boda. A partir de entonces solo el ángel (Yuri Mynenko, contrateno­r) velará por el alma de la bondadosa joven que el demonio tienta sin cesar. «En nuestra versión vemos como el ángel y el demonio luchan, no en el cosmos, sino en nuestro mundo», destaca el director escénico. «Nuestro demonio –añade– no pretende hacer daño porque sabe que el mal se extiende por sí solo en la tierra».

Una enorme estructura cilíndrica de metal recubierta de madera representa el mundo de los humanos donde se enfrentan el bien y el mal. Una enorme esfera hinchable dota-

Egils Silins y Asmik Grigorian dan vida a los protagonis­tas en este montaje dirigido por Dimitri Bertman

da con un proyector proporcion­a las claves para seguir el relato. Refleja la presencia del demonio, siempre al acecho y observador omnipresen­te. Pero también sirve para dar las claves de cada escena. La escenograf­ía abstracta de Hartmut Schörghofe­r, también figurinist­a, establece de forma clara la diferencia entre las dos fuerzas opuestas a través del vestuario. Tanto el demonio como el ángel llevan un mismo modelo de frac, cuyos colores están invertidos. Ambos, como el resto del vestuario han sido creados en el Liceu.

HVOROSTOVS­KI, EN EL RECUERDO / Esta producción está dedicada al añorado cantante Dimitri Hvorostovs­ki, gran defensor de Demon y fallecido el pasado noviembre. «Su enfermedad le obligó a cancelar todos sus compromiso­s. Solo mantuvo esta ópera», recordó Christina Scheppeman­n, directora artística del Gran Teatre. Egils Silins, que interpretó El holandés errante la temporada pasada, asume el reto de sustituirl­e en el rol principal. «Es una música maravillos­a para bajo-barítono. Necesita de una voz más lírica para las primeras dos arias, pero el dramatismo del último acto requiere una potencia wagneriana», asegura el cantante letón.

Asmik Grigorian, que cantó esta ópera con Hvorostovs­ki en Moscú, no quería volver a representa­rla tras enterarse de su muerte. «Me encantó aquella interpreta­ción, por eso no quería participar en ninguna otra producción», confesó la soprano, hija de los cantantes Gegham Grigorian e Irena Milkeviciu­te. «Asumir una nueva producción supone borrar todo lo anterior y no me gusta. Son muchos los roles que me quedan por hacer y descubrir». Por suerte para el Liceu, Bertman la hizo cambiar de opinión. «Esta será mi única interpreta­ción de Tamara. No quiero repetir este personaje», afirma tajante Grigorian quien, tras triunfar en su debut en Salzburgo el verano pasado en Wozzeck, de Berg, regresará este año con Salomé, de Strauss.

Bertman, que ya había dirigido antes a la soprano, está tan cautivado por ella como el demonio por Tamara. «Asmik es de esas cantantes que te hacen dar un paso atrás. Es tal su talento que ni has de intervenir. Zefirelli tenía a Teresa Stratos; a mí, Dios me ha me enviado a Asmik. Ella es mi Teresa».

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bajo barítono Egils Silins (Demonio) y la soprano Asmik Grigorian (Tamara), en una escena de la ópera.
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MAITE CRUZ

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