El Periódico - Castellano

Una rara flor en BCN

CRÓNICA Lana del Rey desplegó su fantasía pop en el Sant Jordi

- JORDI BIANCIOTTO

La superestre­lla presentó su último disco, ‘Lust for life’, en un concierto agradable pero falto de nervio

E ntre tantas divas modernas que te agarran por las solapas y te gritan a la cara para que hagas el favor de prestarles atención es agradable encontrart­e con alguien como Lana del Rey, tan serena ella, más seductora que imperativa. El peligro se sitúa en el otro flanco, el de la linealidad y la falta de un poco más de nervio. Pero fue agradable meternos en la extemporán­ea fantasía pop que nos brindó esta neoyorquin­a fascinada por el imaginario cinematogr­áfico

retro de Los Ángeles, este pasado jueves en un Palau Sant Jordi que le quedó un poco grande (10.500 asistentes, según la organizaci­ón).

Escenario con palmeras y vegetación exótica, en el que parecía que podía salir en cualquier momento Xavier Cugat con su chihuahua, y un suelo azul marino colindante con la orilla de una playa. Pero con Lana del Rey, la felicidad nunca es completa y las estampas idílicas tienen un trasfondo inquietant­e, como nos recordó ese Experiment in terror, de Henry Mancini, que condujo a la primera canción, 13 beaches.

ROMANCES TRÁGICOS / Teatralida­d camp: ella subió al escenario desde una vulgar escalera a la vista, como si fuera una roadie, y lució un único y discreto modelo de recatada pin up durante toda la noche.

Su último disco, Lust for life, revisa la torturada languidez de aquel celebrado Born to die (2012) con algunas canciones sugerentes que concentró en la primera parte del concierto, como Cherry (con un fragmento de la tradiciona­l Scarboroug­h fair que populariza­ron Simon & Garfunkel),

White Mustang y la misma Lust for life, en la que cantó al romance trágico con las letras del famoso Hollywood sign como telón de fondo. Lástima que se dejara Love en el tintero. Tumbada sobre el piano o esbozando sencillas coreografí­as con sus dos bailarinas-coristas, cantó con impoluta corrección, alzando tan solo la voz en contados momentos, como en Pretty when you cry. La canción que seis años atrás la puso en el mapa, Video games, la interpretó mientras se balanceaba simpáticam­ente en un columpio.

Espectácul­o de una frondosida­d de decorado de película, más de cartón piedra que pretencios­o, y más abierto de guion de lo que es habitual en los macro-shows. El repertorio registró unos cuantos cambios respecto a los últimos conciertos e incluso al setlist contemplad­o para esa noche: ahí estuvieron Terrence loves you, con su cita al Major Tom de Bowie, o una Carmen reclamada a gritos por las primeras filas. «¿Estáis diciendo Carmen?», preguntó sorprendid­a. Y aunque era «una canción muy difícil», se embarcó a recorrerla junto a su banda de cuatro músicos.

‘LANAMANÍA’ A PIE DE ESCENARIO / En solitario, cuando cantó Yayo con una guitarra Flying V, Lana del Rey sonó demasiado desamparad­a, pero volvió a cobrar perfiles de semidiosa de los corazones rotos en Summertime sadness y en un West coast oscuro y con mayor complexión rock, que culminó bajando a la pista y entregándo­se al contacto con sus fans. Varios minutos firmando autógrafos, recibiendo cartas y regalos, y posando para selfis jencantada de la vida.

Lana superestre­lla, aunque sin llegar al desvarío de hace cinco años en Pedralbes, evocando a Marilyn Monroe en aquel Happy birthday Mr. President y aludiendo a la pérdida de la inocencia en National anthem antes de bajar a los infiernos de Ultraviole­nce. Lana del Rey, en fin, distinta, una flor bella pero un poco enfermiza en el pop de grandes recintos.

 ?? FERRAN SENDRA ?? La diva Lana del Rey, en el concierto que brindó en el Palau Sant Jordi el pasado jueves.
FERRAN SENDRA La diva Lana del Rey, en el concierto que brindó en el Palau Sant Jordi el pasado jueves.

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