Una fiesta tradicional vista con ojos de maestra
Según el diccionario, la escritura es «un sistema de representación gráfica de un idioma, por medio de signos representados», pero la verdadera definición recae en nosotros, en el uso que le damos o las sensaciones que nos transmiten y transmitimos solo con un papel y un bolígrafo porque, como decía Voltaire: «La escritura es la pintura de la voz». Y es verdad, porque estos pequeños siempre me sorprenden.
Un día tan señalado, 23 de abril, Sant Jordi, nuestros alumnos ponen toda su dedicación, imaginación y fantasía en crear historias maravillosas. Todo empieza con una leyenda, un dragón, una princesa, un caballero y un rosal. Y de este rosal salen muchas rosas, como de nuestra escuela salen muchas ramificaciones, y cada una de ellas es un pequeño escritor. El esfuerzo por parte de los niños y de nuestros maestros, que intentan hacer ver la importancia de la escritura y la lectura y trabajan con constancia para conseguir que los niños comprendan que a partir de la motivación y el esfuerzo cada día aprenden más y más a escribir.
Como dice la leyenda, los que se aman se regalan rosas y todos nosotros amamos los relatos de nuestros pequeños escritores. Quizá el día de mañana no son escritores, o sí, pero siempre tendrán presente su importancia y en su memoria siempre tendrán en un rincón especial que en la escuela hacían una compilación de historias y poemas que habían redactado con más o menos dificultad. Esta compilación nos demuestra que siempre hay que potenciar el hecho de escribir y que incluso nos divertimos haciéndolo: inventando aventuras o simplemente escribiendo aquello que se nos pasa por la cabeza en aquel momento.
Sus relatos quizá no se asemejen a la forma de escribir de Cervantes, Martí i Pol o Julio Verne, pero les aseguro que sus historias les transportarán a una infancia que nadie hubiera querido dejar atrás.