El Periódico - Castellano

Una Medea de impacto

Emma Vilarasau arrasa en la versión de Lluís Pasqual, tan sobria como magnética

- JOSÉ CARLOS SORRIBES

M ientras los espectador­es ocupan sus asientos, dos niños y un técnico del teatro juegan con una pelota de espuma en la caja escénica de la Sala Fabià Puigserver. El espacio principal del Lliure en Montjuïc aparece, en esta ocasión, no grande, sino enorme, oscuro y negro como un asfixiante túnel sin salida. Al fondo, una pantalla también de dimensione­s espectacul­ares proyecta imágenes con vídeos de canciones de Radiohead y de Freddie Mercury.

Ver a esos niños peloteando remite a una inocencia cotidiana. Pero serán víctimas de un destino trágico. Son los hijos de una mujer que irrumpe airada, casi a la carrera, por una esquina de esa inmensa caja escénica. Una madre arrebatada, poseída, enfebrecid­a, rebosante de una rabia y un dolor que la llevarán a un sacrificio mayúsculo. Luce pelo muy corto, pies descalzos, chándal con capucha y pantalón negros (una indumentar­ia propia de runners y realmente adecuada para lo que le espera). Es la Medea de Emma Vilarasau, es la Medea de Lluís Pasqual, casi 40 años después de la que amasó con Núria Espert. Es una Medea de hoy, del 2018, y con todo el poso trágico que le dieron hace más de dos milenios Séneca y Eurípides. Un mito clásico imperecede­ro.

SIEMPRE AL LÍMITE O MÁS ALLÁ En una hora, apenas 60 minutos, la versión del propio Pasqual y de Alberto Conejero aborda la tragedia de una mujer que lo dio todo por el amor de Jasón, y que entregó incluso más cuando este la abandonó por Creusa, la hija de Creonte, rey de Corinto.

Cualquier versión de Medea precisa de una actriz en la cumbre y Pasqual jugaba sobre seguro con Vilarasau. Si se busca que el personaje esté siempre al límite, o más allá, ella es la elección ideal. Aquí no hay matices, ni bajadas de tensión; sino una furia que pocas actrices como Vilarasau pueden expresar. Es tan constante que incluso se agradecerí­a algún que otro respiro. No lo hay. Porque Vilarasau se abre en canal en una actuación de desgaste maratonian­o que levanta al público. Tiene en Andreu Benito (Creonte) y Roger Coma (Jasón) a dos acompañant­es a la sombra del fulgor enardecido de su oponente.

Pero no sería suficiente ese tour de force interpreta­tivo sin una magnética propuesta. Tan austera como medida y plena de matices. Con solo dos personajes en escena –apenas coinciden los tres en un breve instante–, Pasqual domina y llena siempre, con movimiento­s de los intérprete­s de largo recorrido, el magnífico espacio diseñado por Alejandro Andújar. Sobrio pero con recursos como esa lluvia casi constante que anuncia el temporal –y que hace temer por una caída de la protagonis­ta–, con esas proyeccion­es de fondo, con la bañera central donde la hechicera Medea sacrifica a sus hijos tras el conjuro que acabará con Creusa, o con la plataforma elevada desde donde comunica la mala nueva a Jasón. Todo ello al servicio de una Medea de impacto.

Andreu Benito y

Roger Coma están a la sombra del fulgor enardecido que muestra la actriz en el Lliure

 ?? ROS RIBAS ?? Roger Coma y Emma Vilarasau, en ‘Medea’, que acoge el Lliure.
ROS RIBAS Roger Coma y Emma Vilarasau, en ‘Medea’, que acoge el Lliure.

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