El Periódico - Castellano

«Somos los resistente­s»

Luis M. Romero acaba de renovar por tres años, pero ya piensa en la próxima subida

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«Para el andaluz catalán». Así reza una pequeña dedicatori­a en la esquina izquierda de una fotografía en blanco y negro en la que se ve a un brioso miura en plena embestida. El animal se encuentra asediado por la siniestra por un torero, mientras con el asta derecha engancha en primer plano los testículos de un joven y aterrado banderille­ro. La instantáne­a fue tomada en Sevilla en el 1992 por el hoy prestigios­o fotógrafo Emilio Morenetti y desde hace años cuelga de una pared del piso de la Ronda de Sant Antoni de Luis Miguel Romero. «Me la regaló porque sabía que soy un antitaurin­o rematado», recuerda con una sonrisa este barcelonés nacido en la capital andaluza. La vida de Lluís, como lo conocen sus amigos, está col- gada en las paredes de este piso de alquiler. Piso en el que crecieron él y sus cinco hermanos mayores y ahora comparte con su gata Malena. Una vez fallecidos sus padres y vencida la condición de alquiler de renta antigua, Romero pasó de pagar 200 euros a abonar 600. En febrero tuvo que volver a renovar el contrato y esta vez la subida fue hasta los 750 euros. «Me senté a negociar con los administra­dores de la propiedad, Fincas Gras, y les dije que mi salario no había su- bido tanto y que, por lo tanto, lo justo era adaptar la subida del alquiler a la evolución de los sueldos. Ni caso». Es administra­tivo del Servei de Trànsit de la Generalita­t y cobra 1.250 euros. Seguir viviendo en su casa le supone destinar el 60% de los ingresos al alquiler. A lo que luego tiene que sumar los gastos de suministro­s. «Suerte que tengo algún ahorro para los imprevisto­s», afirma.

Testigo de los cambios

«Esta es mi casa, este es el barrio donde he crecido. He vivido la transforma­ción de cuando al Raval se lo conocía como Chino y cuando en Sant Antoni solo vivían vecinos de toda la vida», cuenta con una mirada nostálgica. Una finca cuya fachada se encuentra cubierta por andamios. Las paredes de la escalera interior de esta finca sin ascensor presentan desconchad­os por todas partes y la falta de inversión salta a primera vista. «Todas las reformas del piso las hemos costeado nosotros», afirma para justificar el contraste entre las zonas comunes y las viviendas.

Romero renovó hace dos meses por tres años de tranquilid­ad, pero ya le está dando vueltas a qué hará cuando le presenten la siguiente subida, que sabe que no podrá asumir. «Luchar para quedarme en la que es mi casa. Forzar a la propiedad a negociar un alquiler justo. Más no puedo pagar», afirma con optimismo este afiliado del Sindicat de Llogaters de Barcelona. «En esta ciudad solo prima el dinero. De las 12 familias que vivían en mi finca cuando era pequeño, ya solo quedamos tres. Somos los resistente­s», concluye. GABRIEL UBIETO

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CARLOS MONTAÑÉS Luis Miguel Romero, en el piso en el que reside desde niño, en Sant Antoni.

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