La pandilla de la Derbi Variant
Da gusto verlas. Ya sea porque tuviste una, porque tus amigos del pueblo te llevaban de paquete o porque te trasladan a tu adolescencia, cuando las veías pasar y tú querías una igual. Arrancan, escuchas su motor y regresas a los años 80 y primeros 90, a El equipo A, a Michael Knight, al Cine Exin, Naranjito, Mayra Gómez Kemp o los Juegos Olímpicos. Esos tubos tuneados, esas luces cuadradas, esas ruedas grandes y estrechas, ese reposapiés que ponía tus rodillas casi a la altura de las manos, esos pedales, ese arrancar al empuje. En nuestra ciudad existe una pandilla motera que rinde culto a esas máquinas made in Martorelles. Son los Moped Barna Crew de Trinitat Vella y entre las piernas, efectivamente, calzan motos Derbi Variant.
La cita es junto a la vieja prisión del barrio que a principios del siglo XIX albergaba una de las horcas que ajusticiaba a los malos de la ciudad. Como era la que estaba más alejada y era la número cinco, se empezó a usar la expresión la quinta forca para referirse a cualquier cosa que estuviera a tomar por saco. Y así hasta hoy. Pero vayamos al asunto.
Nuestros chicos suelen quedar todos los miércoles para darse una vuelta por las carreteras que conectan con el Vallès, con parada técnica siempre en la misma hamburguesería, el Rick’s Diner de Cerdanyola, en cuya pared cuelga una Mobylette customizada cedida por esta cuadrilla. Terminan en el pequeño taller de Jose, en su Trinitat Vella. Es ahí donde dan forma y transforman sus maravillas. Es ahí donde las customizan, y también donde las revisten de piezas originales durante unas pocas horas, justo cuando hay que ir a pasar el trago de la ITV.
Jose es el jefe no declarado de esta banda sin jerarquía oficial. Se le conoce como Spike y hace 10 años que empezó a interesarse por los ciclomotores de toda la vida. Por orden de antigüedad, le siguen Cristian, Frankey, Xavi, Jordi, Oriol, Joaquín, Jaume, Jose y Eugeni. Este último todavía no tiene su propia Variant, pero está previsto ensamblarle una con piezas de aquí y de allí. «Te voy a ser sincero –le dice Spike–, todavía no me he puesto a ello».
De la CBR a la motillo
Son tipos muy auténticos, muy de barrio en el buenísimo sentido de la palabra. Porque esto no se trata solo de ir en moto y fardar de ciclomotor, también es un puñetazo en la mesa de una Trinitat Vella que solo saca la patita en la prensa cuando hay cosas malas o se habla de sus muchos pisos ocupados a base de patadas en la puerta o se compara su raquítico nivel de renta familiar con el de las barriadas más pudientes.
La historia de Jaume es quizás la que más y mejor explica la filosofía de los Moped Barna Crew. Tenía una Honda CBR 1000, de esas que salen volando en los semáforos. La vendió y la cambió por una de estas motillos. Y sostiene que nunca ha sido tan feliz como ahora. Su novia no lo acabó de entender pero a él no parece quitarle el sueño. Jaume es también el piloto oficial del equipo, pero esa historia vendrá más adelante. Cuenta Spike que para crear la banda se inspiró en las moped gangs americanas. Por lo visto, en Estados Unidos se pirran por los ciclomotores, pero es un poco el mundo al revés: tienen unos clubs de la leche pero unas motos de chichinabo. Aquí, de momento, es al revés, básicamente porque las Variant, por ejemplo, se fabricaban a 13 kilómetros de Trinitat Vella y todavía hay estoc en garajes y graneros, donde acumulan polvo y recuerdos de adolescencia. Se cogen la furgo y se van a por ellas. De lo que se trata, añade Cristian Amaya, de los Amaya de toda la vida, es de «ser libre», de «aprender a improvisar, ensuciarte las manos». «Te ganas broncas familiares, pero compensa. Nos solemos centrar en el extrarradio de Barcelona para hacer esta movida tan auténtica y grande».
Joaquín tiene 47 años y es el más veterano del Moped Barna Crew. Trabajó en un concesionario Derbi y ha competido en varias carreras de resistencia a lomos de una Variant. Dice que el secreto de la supervivencia de esta moto está en el diseño, que no ha pasado de moda, y en un ensamblaje que permite que sea muy tuneable. La original no daba más de dos caballos de potencia, pero se ha conseguido que lleguen a los 15. Auténticos pepinos. «Recuerdo que en una ocasión rompí el cigüeñal y el variador salió volando».
Triana en el corazón
La mayoría de ellos son hijos de la inmigración extremeña y andaluza que durante el siglo pasado, y ahí siguen, ayudaron a sacar adelante la ciudad. Es importante señalarlo, primero, por justicia histórica, y segundo, porque el club destila respeto a esos orígenes. Tanto por la música que eligen en los vídeos que comparten en Facebook como por el emblema del club, basado en la portada de un disco de Triana, Hijos del agobio, editado en 1977, el mismo año en el que nació la Variant. Llegaron al barrio sin apenas asfalto, «cuando nadie sabía ni dónde estaba esto». «Tampoco lo saben ahora», responde otro. Son de Trinitat Vella y aquí se han quedado porque les gusta que esta zona sea «rica en calle». El futuro del Moped Barna Crew pasa por las carreras, además de intentar crecer en otros lugares de Barcelona. Jaume, como avanzábamos antes, es el piloto escogido para cuando tengan la Variant de competición preparada. Están en ello y la cosa promete (hay un submundo de carreras de ciclomotores asombroso). «Somos una escudería pequeñita, pero ojo: de Trinitat Vella».
Están hermanados con un par de bandas americanas y con los Culebras de Murcia y los Garage Burro de León. No hace mucho les visitó un bombero de Chicago, de origen mexicano, del club Los Marranos. «Flipó con las Variant. Dijo que éramos unos cabrones pinche güey».
Los Moped Barna Crew son de Trinitat Vella y rinden culto a los viejos ciclomotores
Nacieron en el barrio y siguen aquí porque les encanta que sea «una zona rica en calle»
Quedan todos los miércoles para surcar las carreteras que van y vienen del Vallès