Israel pesa mucho en Rusia
Tel-Aviv y Moscú mantienen una discreta alianza, impulsada por valores comunes e influyentes oligarcas Algunos de ellos tuvieron un papel destacado en el ascenso de Putin al Kremlin
Una noticia pasó casi desapercibida el 31 de octubre. Citando una fuente militar de alto rango en Israel, la agencia Reuters aseguraba que las fuerzas aéreas de este país habían seguido bombardeando a las milicias proiranís en Siria y que el canal de comunicación con los mandos militares rusos para evitar incidentes en el país árabe seguía funcionando «como antes». Ese «antes» se refería a la breve crisis bilateral de septiembre, cuando un avión ruso de reconocimiento fue derribado por las defensas antiaéreas de Bashar el Asad, en un suceso que causó la muerte de los 15 tripulantes y del que los responsables militares rusos culparon a Israel. Durante unas horas, pudieron oírse en Moscú graves exabruptos contra Israel. Pero, entrada la noche, el propio Vladímir Putin cortó por lo sano la iracunda reacción moscovita: «Ha sido una trágica cadena de circunstancias».
Las ambivalentes relaciones entre Rusia e Israel siempre han sido objeto de sesudos estudios. Durante la guerra fría, el Kremlin se erigió en el enemigo número uno del Estado hebreo. Y aunque en 1948 Moscú reconoció la partición de Palestina, el liderazgo soviético enseguida modificó su postura, desempolvando las viejas ideas de Lenin, que consideraban al sionismo una ideología contraria al igualitarismo socialista.
Los diplomáticos soviéticos pasaron a apoyar al bando árabe en el Consejo de Seguridad de la ONU, mientras los judíos soviéticos padecían graves discriminaciones en su país y Moscú imponía restricciones a la emigración a Israel, solo levantadas en 1989 con Mijaíl Gorbachov.
Bajo el mandato de Putin, Rusia ha resurgido como actor global. Pero quien piense que el Kremin reeditará en Oriente Próximo la política propalestina de su predecesora soviética se equivoca. Ni la Rusia actual es la URSS, ni Putin está por la labor de convertirse en el campeón de los árabes. En este regreso a las tensiones geopolíticas, Moscú y TelAviv han forjado una discreta alianza, una «subestimada relación especial», explica Cliff Kupchan, presidente de la consultoría Euroasia Group y excolaborador del Departamento de Estado, impulsada por valores comunes y oligarcas rusos de confesión judía, algunos de los cuales tuvieron un papel muy destacado en el ascenso de Putin al Kremlin.
Los nombres más conocidos en este grupo de influyentes hombres son Roman Abramovich, propietario del Chelsea, presidente de la Federación de Comunidades Judías en Rusia y ciudadano israelí desde mayo; Oleg Deripaska, exdirector ejecutivo de Rusal, la segunda empresa productora de aluminio del mundo y sospechoso de haber participado en la campaña de injerencia en las presidenciales de EEUU en el 2016; Arkady Rotenberg, confidente de Putin y copropietario de la principal constructora de infraestructura eléctrica del país...
Terrorismo islámico