El Ejército israelí mata a 7 palestinos
Al menos siete palestinos, entre ellos un jefe militar de Hamás, Nour al Din Muhamad Salama Baraka, y un soldado israelí murieron anoche en una operación desplegada por el Ejército hebreo en el sudoeste de Gaza. La acción militar fue la respuesta al lanzamiento de cohetes sobre poblaciones israelís, algunos de los cuales fueron interceptados por el sistema de defensa del Ejército hebreo Cúpula de Hierro.
Un portavoz militar israelí se limitó a informar escuetamente de que se había producido un enfrentamiento con un intercambio de disparos en Jan Yunes, en la zona sudoeste de la Franja. Ante la operación militar desplegada, el primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, decidió interrumpir anoche su visita a París, adonde había acudido con motivo de la conmemoración del centenario del armisticio de la primera guerra mundial, y regresó anticipadamente a su país.
Por su parte, el brazo armado de Hamás denunció que «una fuerza especial del enemigo sionista» se había infiltrado tres kilómetros en el interior de la Franja en un coche civil y había abierto fuego contra el vehículo en el que viajaba Baraka, de 37 años, causándole la muerte. El Ejército israelí apoyó la operación con un bombardeo aéreo. Pero esta sintonía ruso-israelí es posible hallarla también en el ámbito de los principios, con gobiernos conservadores y conjurados contra lo que denominan el «terrorismo islámico».
El despliegue militar de Rusia en Siria busca ante todo la pervivencia del régimen de Asad, el único que le garantiza sus objetivos estratégicos en la región. Que las baterías antiaéreas rusas en el país árabe permitan a Israel atacar discretamente objetivos proiranís demuestra que Moscú da prioridad a Tel-Aviv frente a Teherán, su aliado sobre el papel. Y si alguien espera que el Kremlin recupere el papel de ariete de la causa árabe que jugó la URSS o impulse, en su defecto, una solución que tenga más en cuenta al pueblo palestino, se llevará un chasco monumental.
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