El Periódico - Castellano

Su propia medicina

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Este viernes fui al cine a ver la sesión casi furtiva de Take the ball, pass the ball, el documental sobre el Barça de Guardiola, dirigido por Duncan McMath, y como muchos aficionado­s tuve esa sensación de revivir algo único, excepciona­l. Es cierto que eché de menos un recuerdo al papel que jugó Tito Vilanova en ese éxito, pero en todo caso la celebració­n de esos cuatro años dorados del Barça de Pep brillan en la pantalla grande por muchas razones: por el recuerdo y las palabras de jugadores como Henry, Abidal, Xavi o Valdés; por la defensa de un estilo de juego desde los orígenes con Cruyff; por la reivindica­ción del papel que ejerce la Masia en la identidad azulgrana. Sin embargo, lo que más destacaría es la ausencia de nostalgia. Nos muestra un pasado reciente que se recuerda desde la admiración y la alegría, pero también como una inspiració­n para el presente y el futuro inmediato.

Supongo que era inevitable, pues, que ayer, viendo cómo el Barça caía ante el Betis, pensara en esos cuatro años de títulos y fútbol jerárquico. Sobre todo en la primera parte, cuando el baile que nos daba el equipo de Setién –anticipaci­ón, presión, intensidad– me despertó las sensacione­s de otra tarde gris de hace años: la derrota por 4-0 frente al Bayern, en semifinale­s de Champions del 2013, cuando entrenaba al equipo Jordi Roura (en sustitució­n temporal del malogrado Tito).

Mirarse al espejo

¿Por qué reviví esa derrota, y no cualquier otra? Pues porque con ese Betis de Setién me ocurrió como con el Bayern de Jupp Heynckes: de repente el Barça se veía obligado a mirarse al espejo. Por una vez, alguien le vencía con sus propias armas. Le mandaba probar su propia medicina. A pesar de la derrota y la incertidum­bre que pueda generar, este es un ejercicio saludable para el equipo actual: de vez en cuando conviene mirarse al espejo y ser consciente de los defectos. En la segunda parte, por ejemplo, cuando el Barça parecía que podía remontar, los jugadores del Betis se marcaron una sesión de pases y control que me hizo pensar que se habían cambiado las camisetas.

Ahora, tras una derrota tan clara, sería demagógico pedirles a los jugadores que vean el filme sobre Guardiola como forma de motivación. Como deja entrever Víctor Valdés en la película, al recordar el vídeo motivacion­al de Pep con la música de Gladiator –antes de la final de Champions de Roma–, esas expansione­s sentimenta­les más bien les resultan sonrojante­s. Tampoco no creo que Valverde pudiera sacar muchas conclusion­es sobre cómo mejorar el juego. Segurament­e entendería algo que en el fondo ya sabe: la idea está allí, y no se discute, y quizá lo que le falta a este equipo es más convicción, más naturalida­d. Que cada partido no sea una odisea por culpa de los cambios, las lesiones o los jugadores rebeldes. A menudo jugar a lo grande pasa por creérselo, y no sé si esta es la idea que transmite siempre Valverde. Ayer, por ejemplo, en la rueda de prensa del 3-4, podría haber sido más generoso con un Betis que jugó muy bien. Además de ser agradecido, habría sido una forma de reivindica­r su propio estilo, sin generar dudas.

Valverde podría haber sido generoso con los elogios a un Betis que jugó muy bien

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