Gente que compra discos
las letras de las canciones mientras las escuchan o acumular cajitas de plástico en mueblecitos absurdos (cuando busco un disco en concreto, me acaba dando la hora de cenar o, directamente, no lo encuentro).
Si adquirimos material reciente, no tenemos con quien comentarlo porque nuestros amigos a lo sumo conservan un plato para escuchar sus vinilos rayados de los Stones, Creedence o los Velvets: ¡qué tiempos aquellos en los que todos escuchábamos el mismo disco! Me acabo de hacer con los últimos lanzamientos de Phosphorescent y Devotchka y, claro está, se lo comento a ustedes
¡Soy un chollo para la industria! O quizá un imbécil, no lo sé muy bien
porque nadie que yo conozca sabe quiénes son.
La industria, que no es tonta (aunque a veces lo parezca), sabe que, con un poco de esfuerzo por su parte y mucha nostalgia por la nuestra, nos puede llegar a vender el mismo disco cuatro veces. Acabo de pillar la edición conmemorativa del cincuenta aniversario de The Kinks are the Village Green Preservation Society con la excusa de que incluye más de una docena de temas inéditos, y menos mal que no encontré la edición de súperlujo porque habría acabado picando. En el 2012 me hice con el disco-librito de los cuarenta años del Ziggy Stardust de Bowie y, si llego vivo al 2022, sé que me compraré la edición del cincuentenario de esa obra maestra. Hace unos meses adquirí una caja conmemorativa del primer disco de Roxy Music (que me sé de memoria) y que incluía dos cedés de tomas alternativas, un libro con muchos santos y un DVD con actuaciones de la época... ¡Soy un chollo! O un imbécil, no lo sé muy bien.
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