«Me alucina la magia de poder dejar de ser yo misma»
«¿Estaba durmiendo yo, mientras los demás sufrían?» 70 años después de que Samuel Beckett pusiera esta frase en boca del personaje de Vladimir en Esperando a Godot, parece que la actualidad le da la razón. Anna Maria Martínez (Madrid, 1973) da vida a Vladimir en una adaptación musical del clásico que la compañía Pot Teatre estrena este lunes, día 10, en la sala Barts de Barcelona. Los intérpretes trabajan en Femarec, una entidad para la inclusión de personas con problemas de discapacidad y trastorno mental, y más allá de la terapia, el objetivo de la compañía es la profesionalización. Tot esperant Godot también se representará los días 17, 18 y 19 de mayo en el Teatre Tantarantana.
— ¿Se había imaginado alguna vez encima de un escenario?
— No. Pero desde pequeña me gustaba mucho el teatro. En EGB fuimos a ver Cuentos de la Alhambra y aluciné.
— Y nunca pensó en hacer carrera artística. — No. Sacaba buenas notas y estudié hasta el bachillerato, pero a los 18 años caí en una fuerte depresión y me diagnosticaron un trastorno psicoafectivo de tipo bipolar.
— Eso rompió todos sus planes.
— Sí. Yo quería ser educadora social. Vivíamos en el barrio del Guinardó y veía jóvenes con problemas de drogas y personas en la calle y era muy sensible a esa realidad. Quería ayudar, pero cuando me tocaba ir a la universidad se manifestó la enfermedad. Yo soy la que menos habla de la compañía; soy más de escuchar y doy más importancia a mi entorno que a mí misma. Pero al final, Vladimir me ha permitido sacar el carácter.
— ¿Ve algún reflejo de la sociedad actual en la obra?
— Sí, sobre todo en el trato tan duro que otro de los personajes, Pozzo, le da a Lucky, el esclavo. Vladimir se muestra mucho más insensible respecto a la esclavitud en el segundo acto y esto me hace pensar en cómo nosotros vemos tantas desgracias por la tele que también acabamos por insensibilizarnos.
— ¿Se siente más identificada con Lucky?
— Solo en el sentido de que antes de llegar a Femarec me sentía en un mundo aparte. Al principio de la enfermedad mental, tu entorno no entiende lo que te pasa, ni tus reacciones. Yo quería trabajar y ser útil, pero sentía que la sociedad me discriminaba. Cuando llegué a Femarec me di cuenta de que también podía hacer cosas.
— ¿Qué puede aportar Pot Teatre a un clásico como Godot?
— Es una obra sobre la miseria humana, pero las canciones y la música original la suavizan y ayudan a transmitir el mensaje. Nosotros lo vivimos tanto que eso también se transmite. Aquí cada uno tiene su dificultad. Ha habido bolos en los que yo me sentía hundida, pero entonces salgo al escenario, me olvido y remonto. Es un subidón.
— ¿Cuál es su sueño?
— Mi sueño ya lo estoy cumpliendo. La enfermedad está estable, tengo pareja, trabajo y el teatro, que se ha convertido en otro trabajo que nos aporta mucho a todos. Es uno de los momentos más dulces de mi vida y poder seguir con el teatro sería lo más bonito.
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