PRESIDENTE DE RIVER
«Me duele mucho que el partido se juegue a 12 horas de avión. Les pido perdón en nombre del fútbol argentino»
jor equipo del continente.
Madrid, la inesperada anfitriona, respira ambiente de partido trascendental, con el aspecto potenciado de una final de Champions, pero en diciembre y con las dos aficiones más significativas de América paseando por Sol. La ciudad también sobrevive entre la improvisación y el caos que rodea todo el evento. Los aficionados
de River y Boca se han fundido con los turistas españoles en cada lugar icónico de la ciudad. En las plazas, en los bares, en los aledaños del Bernabéu, incluso en el partido del Atlético de Madrid, se iban salpicando grupos de hinchas entonando los característicos cánticos argentinos, a veces incomprensibles, a veces maravillosamente ingeniosos.
Más trabajo que talento
Deportivamente, el interés del partido no es mayor que el nivel que ha mostrado el fútbol sudamericano en la última década, ínfimo. Guillermo Barros Schelotto, entrenador de Boca, reivindicaba centrar la atención en el fútbol, pero entre jóvenes muy jóvenes y veteranos muy veteranos, la distancia con el nivel de Europa ya parece insalvable.
El mundialista Pavón,lesionado a la media hora del partido de ida, se ha recuperado y es el gran atractivo de una alineación, la de Boca, forzosamente rocosa, sólida, de más trabajo que talento, en la que ni Gago ni Tévez, los nombres más conocidos en España, no tienen hueco.
River posee más talento y más calidad, pero sufre los mismos problemas estructurales. Los ex de la Liga Enzo Pérez y Ponzio, y el futurible Exequiel Palacios (pretendido por el Madrid), lideran el centro del campo del equipo de Marcelo Gallardo. Como en la ida, se espera un partido más intenso que bonito, con alternativas más provocadas por los errores rivales que por los aciertos propios, uno de esos días más de carácter que de calidad.
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