¿Y las estatuas de Leopoldo II?
La presencia del rey Leopoldo II ha dejado de ser omnipresente en el que hasta ayer era el Museo de África Central de Tervuren, lo mismo que las estatuas que glorificaban su pasado. Muchas de ellas, sin embargo, siguen siendo visibles pero confinadas en una pequeña sala-almacén. A ella se llega después de haber recorrido una especie de río simbólico coronado por una larga piragua colocada en el pasillo subterráneo que une el nuevo edificio, que alberga el restaurante y el auditorio, con el museo. Es la solución ideada por el centro para «enterrarlas públicamente» y desacreditar su mensaje.
«Personalmente, creo que alguien que es responsable de asesinatos masivos no debería estar literalmente puesto sobre un pedestal», sostiene Bambi Ceuppens, conservadora jefe de la exposición. Pero hay otras estatuas a las que es necesario encontrar otra solución y es lo que han hecho con muchas de las imágenes que denigraban a los africanos. «En lugar de almacenarlas de manera discreta en nuestras reservas, hemos elegido enterrarlas públicamente y creo que algo similar podría hacerse con otros monumentos en lugares públicos», sostiene Ceuppens. proyectos de colaboración para digitalizar el archivo fotográfico del museo y devolver parte de las imágenes. «También estoy de acuerdo en que no debe haber discusión sobre los restos humanos que todavía tenemos aquí y que si hay una reclamación debe responderse positivamente» pero «todavía no hemos recibido ninguna petición concreta», asegura.
CENTRO EN EL CONGO Las reclamaciones podrían empezar a llegar en cuanto la República Democrática del Congo inaugure su propio museo en el 2019. De hecho, el presidente congolés, Joseph Kabila, ya ha anunciado que es su intención. «La demanda estará sobre la mesa. Un mes antes de que terminen los trabajos, previstos para junio, habrá una petición oficial», explicó en declaraciones recogidas por el diario Le Soir. «Tervuren tiene un gran número de documentos que nos gustaría recuperar», anunció. El Senado belga se prepara ya para lanzar el debate.
Los responsables del museo aseguran conocer el origen de los objetos del museo, unas 80.000 piezas procedentes en su mayoría del Congo, entre las que se incluyen desde máscaras y obras artísticas hasta animales como el elefante Mona Lisa. Lo que no saben es cómo fueron adquiridas a nivel local por misioneros, comerciantes o militares; si fueron regalos, hubo transacción o fueron robadas. A la espera de una investigación más profunda, toda esa riqueza será accesible al público en las antiguas vitrinas restauradas, a lo largo de 11.000 metros de galerías y salas dedicadas al pasado colonial, la diversidad africana y la música, con espacios para el debate y exposiciones interactivas en una institución que renace con vocación familiar, educativa y de formación (cada año forma a 130 científicos).
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«El responsable de asesinatos masivos no debería estar sobre un pedestal», afirma la conservadora jefa