El Periódico - Castellano

«‘Influencer­s’ y blogueros venden la nada, el humo»

CARMEN POSADAS Escritora. Presenta ‘La maestra de títeres’ (Espasa)

- LUIS MIGUEL MARCO

Está contenta Carmen Posadas (Motevideo, 1953). Su novela La maestra de títeres gusta. En ella retrata a tres mujeres y su mirada a la jet set madrileña le sirve para dibujar un fresco de España desde los años 50.

— Dice que no hay mucha literatura que haya tratado la alta burguesía madrileña. Quizá Garras de astracán, de Terenci Moix. Aunque en su libro no hay astracanad­as.

— Él hizo una caricatura. Y casi toda la gente que retrata esa clase parece que tenga que reírse de ellos. A mí me parece injusto. En esa clase hay gente muy absurda y muy risible y también hay gente estupenda. Yo quería hacer lo que dice Stendhal que debe ser la literatura: poner un espejo al borde del camino y que se refleje la realidad, con su luces y sombras.

— ¿Ha jugado a ser Truman Capote? — Bueno. Me encanta. Él también retrató ese grupo en Plegarias atendidas, que no fue bien recibida. Yo no hago sangre. Trato de ser fidedigna.

— Ha retratado a tres generacion­es de mujeres valientes.

— Son mujeres de su tiempo que capearon con lo que había, sin más. Porque en la literatura actual está de moda que todas las protagonis­tas sean feministas y da igual que vivan en la edad de piedra, en la Grecia clásica o en el siglo XVIII. Y Lisístrata solo hubo una y aún seguimos hablando de ella.

— Aborda tres momentos históricos, los años 50, la Transición y la época actual. Usted llegó jovencita a España a mediados de los 60. Le ha costado echar la vista atrás.

— Me he documentad­o incluso más que en la novela anterior, que discurría en el siglo XVIII. Si te equivocas en ese siglo solo se va a dar cuenta algún profesor de historia, si lo haces de los años 50, 60 o 70 se va a dar cuenta mucha más gente.

— Esta Beatriz Calanda suya de vida «exagerada y excesiva» es una mujer patchwork. ¿Está ya harta de explicar que no es Isabel Preysler?

— No me interesaba hacer el retrato de una persona, tenía que ser un prototipo. La novela se basa en La feria de las vanidades, de W. M. Thackeray. Tomé de cada persona algo: de una tomé sus maridos, de otra su aspecto físico, de otra su forma de hablar. Hice un mix, como usted dice, y salió Bea- triz Calanda, una mujer que le gusta estar en el candelabro, que decía Sofía Mazagatos. También le busqué una antagonist­a, su madre.

— ¿Sigue siendo igual la alta sociedad de antes a la de ahora?

—Sí, pero no tanto. Se han abierto más y se ha introducid­o gente de otros ámbitos. Pero hasta hace muy poco solo se casaban entre ellos.

— Antes ciertos personajes se morían por salir en las revistas y hoy se desviven por tener likes aunque sea a costa de inventarse una vida.

—Es lo más asombroso del mundo moderno. Hoy la informació­n está a la distancia de un clic y, sin embargo, hay tanta sobredosis de informació­n que al final la mentira florece y las fake news están a la orden del día. Y eso en la época en la que, supuestame­nte, estamos mejor informados.

— Disecciona el servilismo de la fama. ¿Qué le parece lo que está pasando con los influencer­s?

— Antes la fama se contraía casándote con alguien famoso, como por el contagio de un catarro. Y después vendiendo la vida por entregas. Pero hoy hemos llegado al paroxismo de los influencer­s y blogueros que venden la nada, el humo. El otro día entré en un blog que tiene, no sé, cuatro millones de seguidores, y lo que me mostraba era cómo se hacía un café. Me parece absurdo, delirante.

— Usted que fue arte y parte de aquella llamada beautiful people de los 80, ¿en qué momento notó que se difuminaba su imagen de esposa y de viuda y se la empezaba a tomar en serio como escritora?

— Cuando me salgo del ojo público. Yo salí en las revistas del corazón por razones que a mí no me interesaba­n nada en absoluto. No soy nada exhibicion­ista; al contrario, me espanta. Una vez que murió mi marido, salí de ahí, porque una cosa es clara: nadie está en contra de su voluntad, el que está es porque le gusta. A partir de ahí las revistas empezaron a considerar­me lo que quise ser: escritora.

— Hay que tener altas dosis de vanidad para salir en los medios, dice.

— Yo cuando era carne de paparazzi perdí el anonimato y el anonimato es una bendición, es algo que te protege. Si eres un persona exhibicion­ista no hay problema, que te sigan hasta los perros por la calle; pero no era mi caso.

— ¿Se considera mejor escritora hoy que cuando ganó el Planeta en 1998 con Pequeñas infamias?

— Esta es una novela más asentada, más completa. La anterior, La hija de Cayetana, era un libro con ingredient­es para tener éxito. De hecho lo tuvo, porque una productora ha comprado los derechos en Estados Unidos y van a hacer la película [la duquesa de Alba, la de los dos retratos de Goya, adoptó una niña negra], pero esta novela es más arriesgada, mucho más ambiciosa.

— Como narradora no se posiciona ideológica­mente. ¿Es para que no la tachen de roja o de facha?

— Eso es lo que más me costó. Porque hablar de Franco en este país es muy difícil. Te tachan, como dice, de facha o de roja. No hay una postura intermedia. Yo necesitaba mantener una neutralida­d absoluta. No quería que se vieran mis filias y mis fobias. Por eso no ensalzo ni tiro por tierra ni a los franquista­s ni a los comunistas, lo cual es dificilísi­mo, porque no contentas a nadie.

— Ha escrito cuentos infantiles, novelas, ensayos .... ¿nunca tuvo propuestas para hacer crónica social? — ¿Ser reportera del ¡Hola!? Comprender­á que no me interese nada.

«Hablar de Franco en este país es muy difícil. Te tachan de facha o de roja, no hay una postura intermedia»

 ?? RICARD CUGAT ?? Carmen Posadas, el pasado martes en Barcelona.
RICARD CUGAT Carmen Posadas, el pasado martes en Barcelona.

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