Enemigos líquidos
alcaldesa Ada Colau, al frente del resto de miembros de la corporación (salvo Joaquim Forn), camino del Palau de la Generalitat, ayer. cruzaron consignas sin llegar a mayores fue el lema burlón más escuchado en la plaza de Sant Jaume
Una de las cosas que más se agradecen, cuando se es de natural movilizado y se es capaz de acudir un sábado de junio a la plaza de Sant Jaume a vitorear o increpar a una alcaldesa, es tener un enemigo claro, bien definido. Nada de baumanianos enemigos líquidos. A poder ser, uno que sea, directamente, todo lo contrario a lo que uno defiende. Más o menos, un Manuel Valls para Ada Colau o viceversa.
Porque cuando se tiene que encarar a un adversario con quien se tienen puntos en común, o bien se tiende a callar o bien se grita el doble y que salga el sol por Antequera. Algo de esto ha pasado a cuenta de la formación del consistorio barcelonés. El independentismo y el colauismo tomaron la plaza del poder barcelonés, con abrumadora mayoría secesionista. Hubo tensión, pero no mucha más de la que se percibe, entre progenitores, en partidos de alevines. Los típicos qué tú…? Que yo..? Anda ya, que diría Pepe Rubianes.
Unos y otros se increparon con ganas, pero, en el fondo, había algo de falso en todo ello. Si se toma los dos rivales en liza, Colau y Ernest Maragall, ni una es una representante de la más recalcitrante derecha españolista, ni el otro es un poderoso lobista expropiador y desahuciador. Quizá por ello, los cánticos que se emplearon, los de siempre cuando el enemigo está bien perfilado, sonaron huecos. Más allá del y
‘Bella Ciao’...¿para quién?
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Por fortuna, para la claridad de la escena, la presencia de Joaquim Forn, convocó al independentismo más habitualmente movilizado. Los que se conoce como ventolines, por aquello de la hiperventilación. Ello se notó en los cánticos en favor de Carles Puigdemont
y por cómo algunos, que no todos, reaccionaban cuando los posecosocialistas chillaban
en referencia a la corrupción que se vincula a CiU. Un recordatorio que también se escuchó en Sant Cugat, en boca de los de ERC, por cierto. Todo muy confuso.
El de la tarde, dada la mayoría del bando secesionista, fue
Ese giro de burlón del lema de lemas del 15-M, de Podemos, del colauismo, si tocó el coranzoncito de los ‘comuns’ congregados. Lo que, al olor del orgullo herido, provocó que los anti-pacto de Colau abundaran en la mofa de la relación entre la alcaldesa y el concejal hispano-francés.
Así, cada vez que el exprimer ministro de la República Francesa aparecía en pantalla, especialmente cuando tomó la palabra, el 70% de la plaza hacía gestos ostensibles al bullicioso 30% restante de que aplaudieran. Y estos, callaban, sonreían incómodos o miraban al suelo.
Forn, protagonista
El independentismo solo se olvidó de Colau cuando aparecía en pantalla Quim Forn. Entonces la plaza de Sant Jaume se convertía en la típica movilización procesista y la multitud reclamaba la liberación de los presos y la independencia.
Con el pasar de los minutos, el bando secesionista fue desertando. El colauista, no. Por lo que sus muestras de alegría, incluso cuando habló Joan Subirats, que ya es estar eufórico, fueron tomando la plaza. Con la proclamación de los 21 votos para Colau, confeti y cartelones con lemas clásicos de los ‘comuns’ arriba. El 90% de ellos sobre cartulinas del mismo color, textura y medida. Como si hubiera habido una producción centralizada de agit-prop.
Los más furibundos anti-Colau, que se contaban por unidades, pero se mostraban terriblemente airados, tuvieron una última oportunidad de mostrar su descontento con el paseíllo del consistorio (excepto Forn, ya iniciando el retorno a la cárcel) desde el edificio del ayuntamiento al Palau de la Generalitat. En la ida, solo hubo gritos y saludos de Manuel Valls más que a los congregados a las imprecaciones que recibió. En la vuelta voló algún objeto hacia la comitiva, sin mayor incidencia, Vienen cuatro años de tensiones líquidas.