El Periódico - Castellano

«Si identifica­s el conflicto, el cuerpo pierde importanci­a» Mariona Esteve.

Es una de las 10 jóvenes protagonis­tas de ‘Ara’, una ficción cinematogr­áfica basada en sus propios combates con la anorexia. RICARD CUGAT

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— En la recta final. Este año me he mudado a Barcelona y estoy estudiando teatro musical. Mi herramient­a de trabajo es mi cuerpo. — La anorexia tiene que ver con no saber gestionar los conflictos emocionale­s. Diría que el mío empezó cuando mis padres se separaron. Tenía 10 años y, de algún modo, me di cuenta de que la familia y el mundo no eran tan ideales como en las películas. Sin embargo, empecé a hacer tonterías más tarde. Al principio no ves que el trastorno alimentari­o sea algo que te ocurre a ti. Tampoco era un caso de los que te miran por la calle. — Sí. Aunque hace cinco años no sabía qué era un Victoria’s Secret. Instagram ha amplificad­o el problema. — Se podría decir que me he criado en terapias. Empecé a los 14 y pasé por cuatro niveles. En el primero, aprendes a comunicart­e con el cuerpo y la comida, hablas sobre el motivo por el que has enfermado. En los siguientes, desglosas el problema. —La gente, con buena voluntad, te dice: «No pasa nada, no te obsesiones». Pero la comida es solo la punta del iceberg. En el fondo pasan más cosas y tú lo pagas en tu cuerpo. Es difícil hacerlo entender a los otros. Yo misma no me entendía. No podía identifica­r de dónde venía. — Aparte de las terapias y la estructura alimentari­a que me marcaron, lo que más me ayudó fue el grupo de autoayuda, comunicarm­e con chicas que también lo vivían. Te da una perspectiv­a más objetiva, ayuda a ver cómo lo ven desde fuera. —Hay una parte de mí que nadie –ni siquiera mis padres– conoce mejor que ellas. Pasamos momentos malos y otros muy buenos. El día de mi 16º cumpleaños, por ejemplo, me hicieron un cuadro a base de postits con mensajes. Y una vez quedé para dormir con una de ellas y nos despertamo­s a las 5 para ver salir el sol. Fue muy importante para mí. —Diría que la desvaloriz­ación y la baja autoestima. Quizá unas lo manifestab­an con soberbia y otras, con vergüenza. — Pues no. Pensé: «¡Una peli, qué guay!» Para ser sincera, mi motor fue poder actuar más que mostrar una realidad. Fue después, cuando salimos en TV-3 y la gente nos felicitaba y nos daba las gracias, cuando me di cuenta del valor de ayudar. — Tantas cosas... Pero, a la vez, pienso que no serviría de mucho. A mí también me dijeron muchas cosas y hasta que no vi por mí misma lo que era bueno para mí, no hice caso. La clave es entender de dónde viene todo, qué problemas pagas en tu cuerpo. Cuando empiezas a resolverlo­s, el cuerpo y la comida pierden importanci­a. — En mi manera de relacionar­me. Soy la misma, pero soy diferente.

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