El Periódico - Castellano

Rivera y Valls, la pugna

- OLGA Merino

Si le tortura un ojo de gallo en el pie, el charlatán le sacará del carromato ungüento y polvos callicidas. ¿Se trata acaso de una jaqueca? ¿O es una piedra en el riñón lo que le atormenta? No se preocupe, pues el sacamuelas desplegará ante sus ojos una gran variedad de linimentos, brebajes y hasta lociones crecepelo. Si no le gustan mis principios, tengo otros. En efecto, los pactos poselector­ales se han convertido en un chalaneo de feria para hacerse con un sillón, y está bien que así sea si el propósito radica en la búsqueda de confluenci­as. A Colau, por ejemplo, le ha tocado la decisión estomagant­e de volver a sujetar la vara de alcaldesa gracias a los votos regalados de Manuel Valls. Aunque todo tiene un precio, por una vez en la vida la activista ha hecho política.

LO QUE NO

se entiende es el viaje lisérgico de Ciudadanos desde una supuesta cintura ágil, capaz, en teoría, de sellar pactos con socialista­s y conservado­res según conviniera al interés general. Ni con bicarbonat­o se digiere el hecho de que estén usando los votos ultramonta­nos de Vox para gobernar –Andalucía, Murcia, Madrid– y digan al mismo tiempo que no quieren pactar con ellos. La verdadera línea roja, el cortafuego­s radiactivo, era esa. Albert Rivera se ha dado un tiro en el pie al vetar a los socialista­s de Pedro Sánchez, y puede que pague un alto precio por ello. El miércoles lo explicaba la correspons­al en Madrid del diario francés Le Monde, Sandrine

Morel, con claridad meridiana: se trata, escribía, de un «compromiso difícil de defender para Ciudadanos, que pretendía, hasta ahora, querer encarnar la regeneraci­ón de las institucio­nes y el cambio, pero permite a la extrema derecha tener un papel de hacedor de reyes». Su lugar en el mundo estaba en la bisagra del centro.

Tampoco se comprende la retirada de Inés Arrimadas de Catalunya. Mucho, muchísimo ruido ha hecho Ciudadanos aquí, para el resultado de tan pocas nueces. ¿Quién ocupará ahora la plaza vacía? Al tanto con los movimiento­s del astuto Valls desde el tablero catalán.

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