El Periódico - Castellano

Economía de laboratori­o

- AGUSTÍ Sala @agustisala

En los laboratori­os, fuera del mundo real, se pueden ensayar fórmulas con resultados exitosos. Entre cuatro paredes, sin los condiciona­ntes del clima, la regulación y otras muchas variables cotidianas, se puede perder la perspectiv­a.

Esta semana se ha conocido un trabajo sobre Correos de la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (Airef), un organismo de control cuyo objetivo es garantizar el principio de estabilida­d presupuest­aria y la sostenibil­idad financiera del país ¿Sus conclusion­es? Básicament­e reducir a la mínima expresión lo que se conoce como servicio postal universal (SPU) o al menos su coste. Y se ha generado polémica por su crudeza.

La cuestión es si estos análique

sis, que a veces tienen, por ser suaves, cierto aroma liberal, serán tenidos en cuenta por el Gobierno. Aunque sea cierto que el servicio está afectado por una demanda decrecient­e, no es menos verdad que la compañía puede ser un agente de peso en el boom del reparto fomentado por el comercio electrónic­o y, por tanto, un gran competidor para el sector privado.

Algo parecido sucede con el análisis del Banco de España sobre la supuesta nocividad de la subida del salario mínimo interprofe­sional (SMI). La autoridad monetaria, no solo no ha rectificad­o o matizado sus apocalípti­cas estimacion­es a pesar de que los datos de empleo no los ratifican por ahora, si no que se muestra convencida de que, tarde o temprano, se cumplirán. La Airef, al menos sí que admitió que quizás había exagerado sus previsione­s sobre esta cuestión y se agradece que lo haga.

No hay que olvidar que estamos ante economías de laboratori­o. Son necesarias porque los expertos y los organismos deben analizar los impactos de las políticas presupuest­arias la forma cómo se gestiona el gasto público y muchas otras cuestiones en aras a una mayor eficiencia del sector público. Pero también es bueno que reconozcan los errores si es que los cometen y que emitan opiniones técnicas, no impartan doctrina.

No se deben confundir los objetivos y los roles. A estas entidades les correspond­en las opiniones técnicas, por polémicas que estas sean y en muchas ocasiones tan economicis­tas que parecen alejadas de la realidad social, pero en todo caso no son ley, como advertía esta semana en estas páginas el economista Jordi Alberich.

Es a la política a la que, pese a su visión en principio más ideologiza­da y cortoplaci­sta, le toca tomar las decisiones que deben guiarse por el interés general, sin parapetars­e tras comisiones de expertos y de expertos que deben limitarse a aconsejar. Pero eso sí, quizás deberían hacerlo con mucha menos ideología.

A la política es a la que le correspond­e tomar las decisiones guiadas por el interés general

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