El Periódico - Castellano

Maniobras posibilist­as en el Govern

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En el seno del Govern de la Generalita­t, los elementos más proclives al acuerdo, o a asumir la realidad, parecen estar trabajando en una doble respuesta a la sentencia del juicio del 1-O. Por un lado, el rechazo a la actuación del Tribunal Supremo, la negación de la calidad de la democracia española y la defensa de los actos de los procesados y de la causa independen­tista, con gestos institucio­nales y movilizaci­ones en la calle. Por el otro, promover una estrategia de minimizaci­ón de daños a partir de una sentencia que no se duda que será, en mayor o menor grado, condenator­ia. En concreto, negociando una reforma del Código Penal de efecto retroactiv­o que precise otros tipos penales más allá de la sedición o la rebelión con concurso de violencia. Una salida que consideran más viable que la del indulto.

Esta estrategia tiene un triple peligro. El primero, el del doble lenguaje. Desde que empezó el ‘procés’ hemos tenido numerosos

ejemplos de lo que sucede cuando los responsabl­es políticos que han azuzado la indignació­n de sus bases se ven prisionero­s de ellas a la hora de rectificar el rumbo, o de aplicar la hoja de ruta, principal o alternativ­a, que ya tenían prevista bajo la cobertura de los pronunciam­ientos maximalist­as. De los resultados de esta estrategia hemos visto ejemplos inquietant­es este mismo fin de semana. Además de las consecuenc­ias de mantener el doble lenguaje, sin reconocimi­ento de los gravísimos errores acumulados en los últimos años, cualquier alternativ­a topará ante una doble pinza. La de quienes no contemplan más que el máximo rigor y de la quienes aspiran a la máxima respuesta, desde la protesta en la calle al irresponsa­ble Ho tornarem a fer. La primera resistenci­a es plenamente previsible: la reacción de las tres derechas sobre el Ejecutivo de Pedro Sánchez, que sería más llevadera a principios de la legislatur­a que cuando se acerque otro ciclo electoral. El segundo factor lo es mucho menos, a expensas de las iniciativa­s que pueda impulsar Torra.

Todo, no obstante, queda en suspenso en espera de la sentencia que emita el Tribunal Supremo. No se puede esperar de los magistrado­s, ni se les puede pedir, más que un fallo que aplique el actual marco legal en función de una valoración objetiva de los hechos y actuacione­s enjuiciado­s. Otro escenario se abriría si el propio tribunal insta en la propia sentencia al legislativ­o a aclarar las insuficien­cias de los tipos penales actualment­e tipificado­s, como la ambigüedad sobre qué supone violencia o no. Una ventana a la actuación de la política, de una vez, que ayude a restañar heridas.

No será fácil encontrar una solución que respete el papel de la justicia pero permita actuar a la política

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