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El suplicio turco

La crisis económica que sacude Turquía asfixia a los refugiados sirios ☰ Casi ninguno logra permiso de trabajo y cobran sueldos ínfimos en condicione­s nefastas ANKARA ADRIÀ ROCHA CUTILLER

- ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Musa y Murfat hace cuatro años que viven en esta casa, un piso austero en un edificio construido a medias, en una calle asfaltada a medias y en un barrio que, aunque en Turquía, es sirio a medias, o incluso algo más. Por algo será que al barrio de Altindag, en las afueras de Ankara, la capital turca, le llaman la pequeña Alepo.

Musa y Murfat –por supuesto, también de Alepo– escaparon a Turquía huyendo de la guerra en Siria, como otros 3,6 millones de compatriot­as suyos. Él es carpintero. Ella cuida a sus cuatro hijos, el menor de apenas un año. «La vida es complicada en Turquía por los problemas económicos. Gano unas 1.500 liras al mes y soy el único que trabajo de la familia. Con eso apenas nos alcanza», dice Musa.

Mil quinientas liras son, al cambio actual, unos 225 euros y es algo menos de la mitad del salario mínimo turco. Es el problema del 99% de los sirios en Turquía: casi nadie consigue el permiso de trabajo y la inmensa mayoría acaba viéndose abocada a la economía subterráne­a. La mitad de ellos viven bajo el umbral de la pobreza.

Hasta hace un año, aunque con dificultad­es, con esta cifra era posible llegar a fin de mes. Pero en otoño pasado, tras la depreciaci­ón de la lira en los mercados de divisas internacio­nales, la inflación en Turquía se desbocó. En octubre del 2018 llegó al 25% anual. Ahora está recuperánd­ose en niveles del 18%, una cifra que, igualmente, está lejos de ser nada recomendab­le para la salud económica del país.

En menos de un año, el precio de muchos alimentos, incluidos los básicos, se ha duplicado. El salario mínimo turco se ajustó a la inflación para así reducir el impacto que encajaba la población. Los salarios de los sirios, por supuesto, se mantienen fuera de la ley y se quedaron igual que antes. «Antes pagaba de luz 50 liras al mes y ahora son 170. Las matrículas de la escuela de los niños también han subido. Por las fiestas, en años pasados, siempre podíamos comprarles juguetes y ropa a los niños. Este año nos ha sido imposible», dice Musa.

Paliativos

Pero no todo ha sido negativo para Musa y su mujer. Hace un año se les concedió una ayuda en forma de tarjeta de crédito gratuita. Consiste en 120 liras al mes por cada refugiado en situación de vulnerabil­idad en Turquía.

En total, este dinero se está dando a 1,6 millones de refugiados. La familia de Musa y Murfat, así, recibe 720 liras al mes –unos 108 euros. «Nos sirve para pagar el alquiler y las facturas. Pero ni

aún así nos alcanza», dice este inmigrante sirio.

«No reciben grandes cantidades de dinero, claro, pero calculamos los gastos medios de las familias sirias. Calculamos también lo que ellos pueden ganar por sí mismos trabajando y decidimos esta cifra [120 liras por

persona y mes], que creemos que permite unas condicione­s mínimas para poder garantizar la

dice Jonathan Campbell, vicedirect­or de la misión en Turquía del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (WFP), encargado de gestionar el proyecto de las tarjetas de crédito para refugiados.

Acuerdo con la UE

Este proyecto forma parte del dinero destinado por la UE en el acuerdo firmado en el 2015 con el Gobierno turco. Según ese acuerdo, Ankara se comprometí­a a parar el flujo de inmigrante­s a las costas griegas. A cambio, Bruselas prometió 6.000 millones de euros a Turquía en forma de ayudas.

En total, bajo este programa, se reparten 47 millones de euros al mes a los refugiados. «La UE identificó una necesidad humanitari­a y proporcion­ó ayuda –explica el portavoz de la Comisión Europea en materia humanita

La mitad de los inmigrante­s sirios en el país viven por debajo del umbral de la pobreza

La vida de la familia de Murfat y Musa es tan dura que solo dos de sus cuatro hijos pueden ir al colegio

La inflación está en niveles del 18% y ha rebasado el 25% por la depreciaci­ón de la lira turca

«No quisimos salir de Alepo pero en un bombardeo murió una hija», afirma Musa, emocionado

ria en Turquía, Mathias Eick–. «Es muy simplista decirle a la UE: ‘Oh, le habéis dado 6.000 millones de euros a Erdogan para mantener a los refugiados atrapados en Turquía’. Nosotros estamos ayudando a Turquía porque reconocemo­s el esfuerzo enorme que han hecho. No queremos dejarlos solos».

Pero incluso con esta ayuda, para Murfat y Musa, la situación sigue siendo extrema: solo dos de sus cuatro hijos pueden ir a la escuela. Musa, además, sufre racismo en el trabajo. «Muchas veces me vienen compañeros turcos quejándose de qué hago yo descansand­o en el trabajo mientras soldados turcos están en Siria luchando. Me dicen que tendría que mostrarme más agradecido. Me duele. Nunca quise venir aquí. Si hubiese podido me habría quedado en Alepo. Nos escapamos porque en un bombardeo mataron a una de mis hijas. Ahora tendría 10 años», explica, aguantando las lágrimas.

«En Turquía la vida es muy difícil, pero escapamos de Siria no para vivir mejor sino porque allí no había ninguna seguridad

–añade– Para que no les pasase nada a nuestros otros cuatro hijos. Aquí, al menos, estamos seguros». ☰

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Precarieda­d 8Musa y Murfat, con sus cuatro hijos, en el domicilio en el que viven en el barrio de Altindag, en las afueras de Ankara.

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