«Esta revuelta feminista se originó en Sudamérica»
Filósofa y activista feminista Silvia L. Gil, en el Palau Macaya de Barcelona, de la Obra Social La Caixa.
Silvia L. Gil (Madrid, 1978) es activista feminista, filósofa y profesora en el Departamento de Filosofía y en el Doctorado en Estudios Críticos de Género de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Ha estado recientemente en Barcelona para participar en las jornadas Feminismo: los límites de un proyecto común, en el Palau Macaya de la Obra Social La Caixa. —No podemos explicarlo desde una causa única, pero sí dar algunas pinceladas. Una de las claves es que el feminismo está inventando y ensayando una manera de resistir al neoliberalismo: en un momento en que el poder contemporáneo resquebraja los vínculos sociales, en el que nuestras vidas se precarizan cada vez más, el feminismo nos habla de la necesidad de pensarnos en interdependencia y no desde el individualismo. gen en los países del sur. Esto nos coloca en una perspectiva muy distinta: se trata de un feminismo de clase, que habla de antirracismo, de anticapitalismo. Es un feminismo que retoma la mirada de las mujeres de las clases más populares. Mujeres que sufren violencia en territorios realmente peligrosos. El #MeToo es una parte más de todo esto, no la causa. Estas experiencias previas, menos conocidas porque no salían en los medios, construyen poco a poco un territorio fértil para la movilización. No explican completamente su éxito, pero sí una parte fundamental de su contenido. Lo de La manada fue clave, pero había más cosas en juego. No estamos hablando solo de violencia y eso es importante recordarlo: no podemos reducir el feminismo al problema de la violencia. expone ante los demás, a la otredad, a lo que está más allá de nosotras. Mi vulnerabilidad me recuerda que tengo un vínculo con los otros. Y pensar el mundo desde la vulnerabilidad y la interdependencia es muy diferente a pensarlo desde la autonomía del yo. La razón, tal y como se ha construido –sobre todo en el pensamiento occidental–, coloca al sujeto en el centro del universo, y marca una distancia con los demás. El paradigma de la vulnerabilidad rompe precisamente con esta idea y hace que seamos sujetos parciales –no omnipotentes–, obligados a reconocer nuestros límites porque estamos inevitablemente entrelazados a otros. — Sí. Creo que tenemos que hacer una política basada en las relaciones interdependientes. Una política que sepa que no puede controlarlo todo y que, al mismo tiempo, no deje de afirmar. Pero debe afirmar de otro modo: contando con los otros, entendiendo las diferencias, sin imponerse como sujeto soberano y único. — La presencia de las mujeres en las instituciones es importante, pero no es ni mucho menos lo central. Lo central es desarrollar políticas feministas realmente rupturistas que combatan no solo la desigualdad de género, sino también las exclusiones producto de las políticas actuales migratorias y que replanteen el mercado laboral. El PSOE no parece estar a la altura de lo que el movimiento feminista está exigiendo tras dos huelgas feministas en dos años consecutivos.
«El auge de la extrema derecha se explica porque mucha gente siente que el mundo se desmorona»
—El feminismo es usado por la derecha para legitimarse, pero la explicación de su existencia es más compleja: tiene que ver con un mundo que mucha gente siente que se desmorona en términos de derechos, acceso a la renta, empobrecimiento, aumento de la violencia y desestructuración social. Los roles de género y la familia también están cambiando. Los hombres sienten que su mundo se tambalea y que las mujeres se rebelan contra el lugar que les fue asignado socialmente. Aquí se destapa un conflicto que se ha mantenido silenciado. La derecha usa este conflicto prometiendo un regreso a la «normalidad»: la familia, el poder masculino y la vuelta de las mujeres al hogar. Pero es importante comprender esta lógica dentro del marco neoliberal que ha desestructurado aquello que sostenía la realidad sin ofrecer alternativa.