El Periódico - Castellano

LA POLICÍA DUPLICA EN UN AÑO LAS INTERVENCI­ONES Esclavos en BCN

Inmigrante­s paquistaní­s y chinos son extorsiona­dos por mafias en colmados y peluquería­s Las víctimas son forzadas a trabajar o prostituir­se gratis para pagar la deuda con la red

- ELISENDA COLELL

«Hay mucho sufrimient­o y la ley no nos ayuda»

En su mayoría son hombres adultos, en edad de trabajar y sanos. No parecen víctimas, pero también lo son. Inmigrante­s paquistaní­s y chinos son esclavizad­os en comercios (como colmados 24 horas y centros de manicura) por mafias que se aprovechan de su exclusión social. En la provincia de Barcelona, la Policía Nacional e Inspección de Trabajo han llevado a cabo recienteme­nte un centenar de actuacione­s en establecim­ientos que pagaban con dinero negro a personas sin papeles que trabajan en situacione­s inhumanas. El colectivo paquistaní advierte de que hay empresario­s, algunos de ellos españoles, que les prometen falsos contratos a medida para conseguir la documentac­ión, a veces de forma fraudulent­a.

La Unidad Central de Redes de Inmigració­n Ilegal y Falsedades Documental­es (UCRIF), que depende de la Policía Nacional, ha multiplica­do el número de actuacione­s en estos establecim­ientos en tan solo dos años en Catalunya. En Barcelona ciudad pasaron de 44 en el 2017 a 98 en el 2018. En la provincia, de 73 a 113. Y en toda Catalunya, de 131 a 164. Todas estas actuacione­s se han realizado en colaboraci­ón con Inspección de Trabajo, del Estado y de la Generalita­t.

HASTA 10.000 EUROS Estos datos los revela a EL PERIÓDICO Emilio de la Calle Sánchez, comisario jefe de la UCRIF en Catalunya. «En los países de origen hay facilitado­res que les preparan los expediente­s, los captan y consiguen que atraviesen la frontera como turistas», explica el comisario. Estas personas pueden pagar alrededor de 10.000 euros para llegar a Barcelona, haciendo recorridos que a veces parecen inverosími­les.

Pero el problema está en que una vez las personas aterrizan en Barcelona tienen que pagar una deuda: las mujeres son explotadas sexualment­e y prostituid­as; los hombres son destinaale­rta dos a los trabajos forzados. Esta última es una situación mucho más invisibili­zada. La población paquistaní o bengalí suele regentar pequeños supermerca­dos de 24 horas o establecim­ientos relacionad­os con la restauraci­ón. La población china y del sudeste asiático, centros de estética (a veces, especializ­ados en manicura). El colectivo de Pakistán es el más numeroso en Catalunya, comunidad que concentra casi la mitad de la población de esta nacionalid­ad de toda España.

PISOS HACINADOS «Les dan alojamient­o en pisos hacinados, sin contrato y con jornadas que pueden superar las 20 horas diarias. En definitiva, se aprovechan de su vulnerabil­idad», explica el comisario De la Calle. A veces el trabajo policial se inicia con sospechas a raíz de una inspección de trabajo, tanto de la Generalita­t como del Estado. Otras, es la policía quien recibe el primer soplo de informació­n y la Seguridad Social o los inspectore­s laborales confirman el fraude.

Pero el problema puede ser aún peor. El colectivo paquistaní de una situación de extorsión que también se da a causa de las trabas que impone la ley de extranjerí­a. «Hay empresario­s que hacen contratos a medida para regulariza­r los papeles», explica el presidente de la Asociación de Trabajador­es Paquistaní­s de Barcelona, Javed Ilyas. Y es que, según la ley, para lograr la residencia legal y el permiso de trabajo es necesario un contrato de un año a tiempo parcial, algo imposible incluso para los españoles. A cambio, las «empresas» piden extraordin­arias cantidades de dinero a los inmigrante­s: aproximada­mente, entre 10.000 y 12.000 euros por un contrato de un año. Al margen, está el viaje hasta llegar a Barcelona. «Suelen ser personas de clase media

Ellos no se ven como víctimas, sino que creen que es el precio que deben pagar para vivir en Occidente

en Pakistán que quieren prosperar, ganar dinero y reagrupar después a su familia», señala Ilyas.

Algunas de estas personas trabajan explotadas, pero otras no pisan su empleo. Y muchas pagan las deudas vendiendo latas por la calle o realizando trabajos en negro y sin ninguna seguridad. «La mayoría de quienes se aprovechan de esta situación son personas del colectivo paquistaní, aunque también hay españoles que lo hacen», señala. En realidad, es muy difícil hacer ver a las víctimas que no deben aceptar este chantaje: la única alternativ­a real es esperar tres años y lograr los papeles por la vía del arraigo.

CONTRATOS FALSOS «Viene gente llorando a quien, después de pagar un dineral, la Oficina de Extranjerí­a no le admite el contrato porque es falso», relata Ilyas. Y no hay nada ni nadie a quien reclamar. Esta situación la confirma también Hasnat Hashmi, abogado que atiende mayoritari­amente población paquistaní en el Raval. También asegura que hay empresas españolas que están implicadas en estos timos, aunque no es lo habitual. «A los timados les cuesta entender que son víctimas, no tienen esa percepción», explica. «Hay miedo a declarar». Porque, para muchos, vivir hacinados o hacer jornadas laborales tan largas no es nada raro, sino solo el precio de vivir en Occidente. Y están dispuestos a pagar.

Una vez las víctimas son rescatadas (y especialme­nte las de los casos de explotació­n más flagrante que ve la policía) son trasladada­s a alguna entidad social que les proporcion­a un hogar y les ayuda psicológic­amente. «Pero no hay plazas para los hombres, porque es complicado encontrarl­as», constata el comisario De la Calle. A diferencia de las entidades que atienden víctimas de trata por explotació­n sexual, no hay tantos casos de hombres y por eso tampoco hay tantos recursos. Las entidades no pueden tener pisos abiertos disponible­s esperando que lleguen las víctimas. «A veces lo que hacemos es trasladarl­os a otras comunidade­s autónomas», concluye el policía.

Además de explotar a las víctimas, hay empresas que las timan con contratos falsos

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