Palol, Simó y el olvido
En el homenaje, no por institucional menos clandestino, dedicado a IsabelClara Simó el pasado viernes, leí un poema suyo, inédito por supuesto, donde se lamentaba del olvido al que se había visto sometida.
Al día siguiente felicité a Miquel de Palol por Angèlica i Rafel, su último título. En respuesta a una pregunta mía, el autor, el único entre nosotros que es considerado de culto en numerosos países que todavía no han renegado de la alta literatura, me confirmó el desastre. Salvo una aparición colectiva en Can Grasset, que promocionó la serie de novelas de Comanegra Matar el monstre, y de una pequeña entrevista-reseña publicada por un amigo que la colocó de rondón, el silencio, el vacío, casi me atrevería a decir que el boicot, han sido totales.
«No te quieren ... te han echa
do ... has caducado ...» Después de ensalzada y multigalardonada como la autora más buscada y leída, la Simó tuvo que sufrir la humillación de un olvido tan espeso como imprevisto e injusto.
Si no llega a ser mujer y el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes no exhibiera un historial tan asquerosamente machista, no habría sido rescatada un instante para ser la excusa de una fiesta autocomplaciente y devuelta enseguida al pozo oscuro de los desahuciados. De repente, la cumbre es la antesala del abismo.
Más aún si la cumbre se ha coronado lejos de casa. Cuando una prestigiosa revista estadounidense publicó aquello de los tres genios catalanes –Gaudí,
Dalí, Palol–, el tercero en concordia fue borrado del mapa.
Desde entonces, el autor de El jardí dels set crepuscles en vez de condescender y hacerse digerible, se venga de la mediocridad volviéndose más y más explosivo. Bajo el pretexto de un doble espionaje, Angèlica i Rafel es un tour de force burlón, salvaje, barroco y cultísimo que se transforma en un torniquete al gaznate de aquel crítico que se sabe intelectualmente debilucho, es decir, del crítico y el profesor de literatura catalana. En estos pagos, no ser recomendable para pusilánimes es sinónimo de no apto para nadie.