Los efectos indeseables del boicot al cava
El sector del cava presentó ayer el balance anual del 2018 con un sentimiento agridulce. La expedición de cava para España cayó el 12% el pasado año, un descenso que tiene su principal causa en el boicot contra este producto que desde algunos sectores se promovió como reacción al 1-O y al ‘procés’, justo antes de la campaña navideña del 2017. En primer lugar, es preciso denunciar lo absurdo y contraproducente de cualquier boicot en una economía global como la actual,
donde las relaciones entre proveedores y clientes se extienden a múltiples territorios, haciendo que los efectos de unas buenas o malas ventas abarquen más allá del lugar donde está la planta de producción. El descontento ante una determinada opción política no debe recaer sobre las empresas y sus trabajadores, de ideologías tan plurales como las del conjunto de la sociedad.
Pese a todo, los empresarios del cava dieron datos para el moderado optimismo: las exportaciones subieron tanto en volumen de botellas como en valor, lo que refleja la buena marcha de la internacionalización y el aumento de prestigio del producto en el exterior. Y en cuanto al mercado español, entre enero y marzo de este año la producción de botellas de cava ha aumentado el 33,4%, con lo que puede afirmarse que los efectos de aquel boicot se han superado. La economía es un termómetro de la situación política. Corresponde pues a los representantes políticos trabajar para rebajar la tensión y evitar que se repita una situación similar.