POR ESO,
cuando alguien intenta plantear algún tipo de cambio no quieren ni oírlo. Es precisamente una reacción defensiva a lo que genera el turismo. En mi caso, vivo con mucho respeto las fiestas, trato de no interferir en los debates, pero me sumo a lo que piden hace años: que limiten la entrada de gente en la isla durante las celebraciones. Si se regulara el turismo, no serían necesarias tantas restricciones de seguridad. Sería un acto reparador para generar confianza entre la Administración y el santjoaner, y entonces se podrían proponer otros debates que son necesarios en cualquier tradición. Pienso en uno que urge: el de revisar el papel de la mujer. Un tema que, cuando he intentado sacarlo, ha generado siempre mucho malestar.
Tengo la percepción de que hasta que no se proteja Sant Joan del turismo masivo, cualquier revisión de la tradición será vista como un ataque directo a sus recuerdos, emociones y antepasados. Y un sentimiento, cuando se hiere, no se repara. Estoy con Ciutadella.