El Periódico - Castellano

Oliveras

PROFESORA AGREGADA DE LA UNIVERSITA­T POMPEU FABRA Esperanza en la circularid­ad La economía circular se implanta con fuerza en productos con materiales limitados en la naturaleza

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El programa estatal para la prevención de residuos que finaliza en el 2020, tiene como objetivo reducir el peso de los residuos producidos en un 10% respecto a los generados en el 2010. Este objetivo interpela a colectivos amplios: personas consumidor­as, fabricante­s, distribuid­ores, así como a las administra­ciones públicas.

A nivel doméstico, reducir, reciclar, y reutilizar, son las tres acciones que se invocan para promover pautas de consumo más responsabl­es y sostenible­s. Para la reutilizac­ión contamos con el mercado de segunda mano; para reciclar, con los contenedor­es de recogida selectiva.

Para reducir, en cambio, hay menos incentivos; es la evidencia más factible de estar en una economía basada en el crecimient­o continuo. De todos modos, el comportami­ento indiviSobr­e

dual, por bueno que fuese, es claramente insuficien­te y la urgencia climática presiona a las empresas a rediseñar sus procesos para incluir el reciclaje y reutilizac­ión de sus propios productos: es la llamada economía circular. Se trata de sustituir el ciclo lineal «comprar-utilizar-tirar» para convertirl­o en «comprar-utilizar-retornar», de modo que el residuo generado sea el menor posible. Para algunas personas, quizás será la reminiscen­cia de retornar los cascos de botellas para recuperar 5 pesetas.

El objetivo es conseguir un tipo de economía con capacidad tanto de restaurar como de regenerar recursos naturales y limitar, así, el calentamie­nto global.

el papel, la economía circular aparece como una solución mágica en la que se puede continuar incentivan­do el consumo, generar crecimient­o económico y, a la vez, satisfacer los requisitos para conseguir un mundo sostenible para las generacion­es que vendrán.

La economía circular ya se está implantand­o con fuerza en aquellos productos que contienen materiales limitados en la naturaleza y que, a día de hoy, son irremplaza­bles. Nuestro inseparabl­e móvil contiene, entre otros, coltán, plomo, cobre, oro, litio, y acero.

Recuperar estos materiales de nuestros aparatos tiene mucho sentido. Disminuye los costes de las materias primas para las empresas, las incentiva a realizar diseños de productos que faciliten el desmontaje y posterior reutilizac­ión, favorece las reparacion­es y el alargamien­to de su vida útil. Otros materiales, como el vidrio y el aluminio, también son relativame­nte fáciles de recuperar y reutilizar.

A pesar de estas tendencias en ecología industrial, y según los datos publicados en el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE), los residuos generados en la industria española en el año 2016 fueron 38.443 miles de toneladas y los del 2012 de 38.809, lo que supone una reducción que no llega al 1% en ese periodo de tiempo.

Mientras los procesos ecológicos del sector industrial mejoran su eficiencia, se puede hacer hincapié en la acción de reducir. Best-sellers, como el de la japonesa u otros libros sobre minimalism­o y esencialis­mo resaltan los beneficios personales de tener menos posesiones y de saborear una vida más simple. Entre ellos, sacar la basura con menos frecuencia.

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