El Periódico - Castellano

Mohamed Bin Salmán

Príncipe heredero de Arabia Saudí

- ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Las Naciones Unidas acusan al principe saudí –como ya hicieron antes la CIA y Turquía– de haber ordenado el asesinato de Jamal Khashoggi y exigen sanciones contra el heredero por esta «ejecución extraofici­al deliberada y premeditad­a».

Mohammed Bin Salmán, el príncipe heredero de la corona de Arabia Saudí, ordenó en persona el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Esta es la conclusión final a la que ha llegado la investigad­ora especial de Naciones Unidas Agnes Callamard, que durante seis meses ha estado indagando el caso, con varios viajes a Estambul, donde ocurrió el asesinato.

«El señor Khashoggi fue víctima de una ejecución extraofici­al deliberada y premeditad­a, de la cual es responsabl­e, bajo la ley internacio­nal de Derechos Humanos, el Estado de Arabia Saudí», reza el informe de un centenar de páginas. La ONU se suma así a las sospechas que ya habían expresado antes la agencia estadounid­ense de inteligenc­ia exterior (CIA) y el Gobierno y la policía turca.

Todo ocurrió, se sospecha, extremadam­ente rápido: Jamal Khashoggi, periodista crítico con los líderes de su país y colaborado­r habitual del The Washington Post entró el 2 de octubre del año pasado en el consulado

saudí de Estambul para tramitar unos papeles que debían certificar que su estado civil era el de soltero. Quería casarse con su novia turca, con la que se había prometido unos meses antes.

La mañana de ese día entró en el consulado. Tenía previsto estar tan solo unos minutos. Su pareja, Hatice Cengiz, le esperaba en la calle. Dentro del edificio diplomátic­o le esperaban 15 saudís venidos expresamen­te de su país para intercepta­r al periodista. Después de todo un día esperando a su prometido, Cengiz avisó a la policía.

MALAS RELACIONES / Lo que ocurrió ese día dentro del consulado no está del todo claro, aunque hay varias teorías, todas difundidas por las autoridade­s turcas, que usaron el caso para atacar, con con mucha habilidad, a Arabia Saudí, país con el que Turquía tiene malas relaciones. Lo que es seguro es que el periodista murió asesinado en el consulado ese 2 de octubre.

La hipótesis más extendida es que Khashoggi murió como consecuenc­ia de las torturas que sufrió. La mano derecha de Mohammed Bin Salmán, Saud al Qahtani, supervisó el brutal interrogat­orio a través de Skype. Una vez muerto, el médico forense miembro del comando ejecutor descuartiz­ó tranquilam­ente el cadáver mientras escuchaba música pop. Otro miembro del grupo le ayudó.

Después, el cadáver fue incinerado en un horno de kebabs en el sótano del consulado. Otra versión indica que el cuerpo de Khashoggi fue disuelto en ácido en un pozo situado en el jardín de la residencia del cónsul, transporta­do ahí después de ser troceado por el forense.

La corona saudí, en un primer momento, negó las acusacione, pero poco después, ante la evidencia de que el periodista nunca salió del edificio consular, reconoció la muerte pero afirmó que nadie desde Riad había dado la orden de ejecutar al reportero y que el comando lle

gado desde el reino actuó por su propia cuenta y riesgo. Poca gente se ha creído esa versión.

BIENES PERSONALES / La investigad­ora de la ONU tampoco se la cree: «Nuestra investigac­ión ha hallado pruebas creíbles de la responsabi­lidad individual de varios altos cargos saudís, entre los cuales está el príncipe heredero», dijo ayer Agnes Callamard. En el informe, la investigad­ora pide que la comunidad internacio­nal imponga sanciones contra Bin Salmán y sus bienes personales.

«De hecho, hay tantas pruebas sobre la responsabi­lidad del príncipe heredero que es necesario insistir con la investigac­ión», añadió Callamard, que pidió al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, establecer una investigac­ión internacio­nal de mayor amplitud.

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Bin Salman, el pasado mayo, en la cumbre de la Meca.
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