El Periódico - Castellano

Perlas

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Muchas mañanas escribo en un pequeño café de mi barrio, donde suelen poner siempre la misma música. Así que no me distrae, excepto cuando suena Space oddity, de y me concedo una pausita agradable. Hasta que hace unos días, la memoria me coló una voz horrible en la canción. Y recordé que gracias a ella llegué a esta canción.

Cuando era pequeña en casa entraban muchos discos de una manera más bien azarosa. Creo recordar que mi padre tenía un cliente que a veces le dejaba a buen precio restos de serie. De ese modo aparecían en un mismo paquete tanto el Capricho italiano, de como Le lac majeur, de o Silvia, de un chico con barba al que escuchábam­os con la melancolía debida a los cantantes muertos en carretera. Y uno de los hermanos

No sé cómo se llamaban. Eran simplement­e el feo y el guapo. El guapo lo era porque el otro era de una fealdad exagerada con muecas que después solo le vi a los insoportab­les o

El disco que apareció por casa era su versión paródica de Space oddity. Era un espanto doloroso, pero de vez en cuando lo escuchaba porque los gritos, ruidos y textos supuestame­nte chistosos no lograban enterrar por completo la calidad del original. Así llegué a la canción de

A veces, incluso debajo de la canción más adocenada encuentras un acorde, un giro en la melodía, que hace que no huyas cuando suena, sino que la escuches esperando ese raro momento luminoso. Como si al autor de la canción se le hubiera escapado. O quizás es una señal de socorro: «Aquí estoy, soy capaz de crear belleza, pero me tienen encerrado en un estudio componiend­o esto».

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