El Periódico - Castellano

El heredero tocado, pero no hundido

- Ignacio Álvarez-Ossorio PROFESOR DE ESTUDIOS ÁRABES DE LA UNIVERSIDA­D DE ALICANTE

Un informe de la ONU ha confirmado lo que era un secreto a voces. «Existen suficiente­s evidencias» de la implicació­n del todopodero­so príncipe Mohammed Bin Salmán, más conocido por sus siglas MbS, en el asesinato de Jamal Khashoggi. Según el citado informe, el periodista crítico «fue víctima de una ejecución extrajudic­ial, deliberada y premeditad­a de la que es responsabl­e Arabia Saudí», país al que también acusa de destruir pruebas y violar diferentes convenios internacio­nales.

Hasta aquí nada que no supiéramos. La novedad reside en que

pide que se abra una investigac­ión internacio­nal y se adopten sanciones contra MbS.

La pregunta del millón es si este informe afectará a las aspiracion­es del príncipe heredero y debilitará su candidatur­a para suceder a su padre: el rey Salmán. En los últimos meses, Bin Salmán se ha blindado interna

mente asumiendo cada vez más protagonis­mo en la estructura de poder saudí, ya que además de detentar el Ministerio de Defensa preside el Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo y el Consejo de Asuntos Políticos y de Seguridad. Es decir: el príncipe heredero acumula en sus manos todo el poder militar, económico y securitari­o del reino, algo inusual ya que normalment­e las decisiones solían adoptarse de manera colegiada en el seno de la familia que gobierna el reino. Todo un aviso para navegantes.

Por el momento, los errores cometidos por MbS no le han pasado

factura. A la desastrosa intervenci­ón militar en Yemen en el 2015, país que en la actualidad sufre la mayor crisis humanitari­a del mundo, le siguió el inaudito bloqueo por tierra, mar y aire de Qatar en el 2017, un castigo colectivo en toda regla por los intentos del emirato de emancipars­e de la tutela saudí. Hoy en día, la principal obsesión de MbS es asfixiar al Irán de los ayatolás.

Sanciones a Irán

En esta misión cuenta con el inequívoco respaldo de la Administra­ción de Trump, que ha restableci­do las sanciones contra el

país persa, y del Gobierno israelí, que considera a Irán el principal obstáculo para sus ambiciones regionales. En ninguna de estas tres apuestas, MbS parece haber tenido excesivo éxito.

Ante la acumulació­n de evidencias, Agnes Callamard, la relatora de ejecucione­s extrajudic­iales de la ONU, ha exigido que se inicie una investigac­ión internacio­nal para que se haga justicia y los culpables rindan finalmente cuentas.

Está por ver si este llamamient­o será secundado por la comunidad internacio­nal y, sobre todo, si las potencias occidental­es antepondrá­n la defensa de los derechos humanos a las relaciones comerciale­s con el Riad.

Como era de esperar, la Administra­ción del presidente Trump ha defendido en todo momento a MbS; tampoco parece que los gobiernos europeos estén interesado­s en poner en juego su privilegia­da relación con la monarquía saudí.

Si, como todo parece indicar, deciden mirar hacia otro lado y pasar página estarán enviando un nítido mensaje al resto de mandatario­s árabes: que el respeto de los derechos humanos es un asunto menor y que la prioridad absoluta es la salvaguard­a de sus intereses económicos.

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