El Periódico - Castellano

Cs, una fábrica de política

- Ruiz OLGA

En Ciudadanos, los problemas no asustan, sus representa­ntes se desenvuelv­en bien entre malos entendidos, situacione­s broncas, políticas de bloques y confrontac­iones identitari­as. La situación enquistada en Catalunya a cuenta del ‘procés’ ha sido un regalo para el partido naranja, que en los últimos años se ha erigido como el único capaz de plantar cara a casi todos los males de los catalanes, sean o no dolencias reales. Ciutadans ha sido la nota discordant­e, la voz incómoda de un Parlament pantanoso y encharcado. El problema es que sus diputados y diputadas han acabado convirtien­do la ciénaga en su hábitat natural hasta tal extremo que fuera de ella parecen sentirse incómodos, y una cosa

es nadar a contracorr­iente y otra muy diferente chapotear en agua estancada. Mientras la primera puede hacerte avanzar a pesar de las dificultad­es, la segunda es insalubre y no lleva a ningún sitio.

En Catalunya hace tiempo que existen ciertas dudas provenient­es del mismo ámbito político, empresaria­l y periodísti­co sobre la eficacia de la estrategia del primer partido de la oposición.

Soledad en el Parlament

Ahora, esas dudas son extrapolab­les a su estrategia nacional añadiendo un factor en absoluto menor, mientras la soledad de Ciutadans en el Parlamento catalán es más que evidente –el resto de formacione­s políticas apartan sistemátic­amente cualquier atisbo de relación con los naranjas–, en Madrid o en Andalucía no solo les buscan, sino que los intentan seducir, algo que parece incomodar al líder del partido, Albert Rivera.

Solo así serían entendible­s sus preferenci­as a la hora de establecer pactos, sus acuerdos a

tres bandas –Vox no solo está, sino que se hace notar– y su negativa rotunda a apoyar la investidur­a de Pedro Sánchez. ¿Para qué jugar con pudiendo jugar contra? Solo uno decide El funcionami­ento interno de Cs se asemeja más al de una empresa que al de un partido político, proyecta una imagen de gran fábrica con una ordenada cadena de producción cuyos trabajador­es tienen asumido su papel y lo cumplen a la perfección, nada falla, nadie sobresale más de lo necesario, ni por supuesto discute las decisiones del jefe; solo hay uno, él decide y el resto ejecuta. Quizá por eso la formación naranja gusta tanto a las empresas, porque es una de ellas, de las más importante­s. Una empresa de política.

Valls ha durado poco en la empresa, alguien debería haberle advertido que su fichaje respondía a una necesidad de mano de obra cualificad­a, nada más. Manuel Valls ha pensado y actuado por su cuenta, y lo ha hecho, además, aplicando unos criterios que nada tienen que ver con los de Ciudadanos, ha buscado una solución en lugar de cebar un problema, ese ha sido su gran error.

El exprimer ministro francés ha sido contundent­e tras su despido, no entiende, afirma, la deriva de Ciudadanos. Como tampoco la entienden determinad­os empresario­s, ni alguno de los fundadores de la formación, ni sus socios europeos, ni cierta prensa internacio­nal… Mientras, en el partido se afanan en dar la razón al jefe, aunque no la tenga.

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