Donde los niños dibujan pateras
Muchas lanchas que llevan a los menores parten de Larache Los chavales cuelgan en las redes sociales sus viajes por mar
Larache es un bonito pueblo costero ubicado en el norte atlántico de Marruecos. Allí varios ríos desembocan en el mar, en una costa de la que siempre han salido pateras hacia Europa. La diferencia es que ahora quienes inician ese incierto viaje son niños.
Hace 20 años, cuando nació la asociación Pateras de Vida, estas embarcaciones eran un tema tabú, explica el presidente de la entidad, Abdul Hamdouchi, que constanta que desde hace dos años las pateras forman parte del día a día de los niños del pueblo, que las dibujan como si fuera un sueño a cumplir. «Ahora los jóvenes retransmiten el viaje con el móvil, se lo enseñan a sus amigos y padres, que lo siguen con orgullo», lamenta Hamdouchi. Es la nueva moda, la patera en streaming y con selfie.
Lo lamenta porque esta oenegé quiere disuadir a la juventud marroquí de lanzarse a alta mar. «Migrar es un derecho, buscar una vida mejor es un derecho, pero no queremos ver más muertes, más jóvenes en Europa que luego se quedan sin nada».
CON OCHO AÑITOS «Un padre me dijo que quiere mandar a su hijo en patera este verano». El niño tiene 8 añitos. Tan pequeños, sí. «Aquí, cuando mandas a un niño hacer un dibujo cualquiera, te dibuja una patera», sentencia Hamdouchi. Es el tema que se comenta en todos los corrillos y el sueño que tantos esperan que se haga realidad.
«En Marruecos hay trabajo para vivir», aclara. Él mismo encontró un empleo a un joven de un pueblo cercano que quería emigrar. A los tres días acabó huyendo igualmente. «No respetan el salario mínimo, estamos explotados y sin ningún contrato», relata una vecina de Larache. Hamdouchi añade a esto la falta de derechos. «El absentismo escolar es abrumador y la sanidad es inasumbible para quien no tiene dinero». Y a eso hay que sumar el efecto llamada de las redes sociales. Las fotos que cuelgan los que están allí, el dinero que envían a sus casas o los regalos que traen en verano. «Los padres envían a sus hijos porque quieren una vida mejor».
Pateras de Vida trabaja sobre todo con los niños. Quieren plantar la semilla para un Ma
rruecos mejor. «Irse del país, con la patera, es una solución rápida, inmediata, eso es lo que quieren los padres». Fundar un sindicato y educar en la igualdad es una carrera de fondo que esta entidad lidia en solitario desde una preciosa playa, acostumbrada a ver a demasiados jóvenes partir en dirección a su tumba.
Algunas de sus acciones pasan por dar una educación complementaria a los pequeños del pueblo. En verano, organizan un campamento infantil. «Aquí lo que diga el niño de la familia más rica vale lo mismo que lo que dice el del barrio más empobrecido». Algo revolucionario, teniendo en cuenta la desigualdad que reina en el país. Les hablan de feminismo y les leen cómics sobre los peligros de alta mar.
También hablan del paro en España o de los problemas sociales a las familias, pero muchas dejan de escuchar en cuanto en
«Nuestra palabra vale una mierda en cuanto regresan los familiares de Europa», lamenta Pateras de Vida
agosto ven a sus familiares regresar de Europa con Audis alquilados y llenos de regalos para todos. «Entonces nuestras palabras valen una mierda», sentencia.
FALTA PERSONAL El efecto llamada es tal que en algunos barrios, los más deprimidos, la falta de jóvenes se nota de forma excesiva. «Hay restaurantes que han tenido que cerrar por falta de personal y de clientes». Hamdouchi se queja de las políticas disuasorias que, en su opinión, están tomando tanto España como Marruecos para evitar las muertes en el mar. Por un lado, la actuación policial desmedida que tampoco disuade. «Conocemos a un chico al que dispararon en una patera y quiere volverlo a intentar». La segunda, los reportajes que explican la realidad de Europa pero que no llegan donde debería. «Los que migran no saben leer y viven en pueblos donde no hay señal de televisión».
Mientras, la realidad se impone. Una chica que ha sido prostituta en España vuelve, y es el orgullo de su padre. Un joven que ha vivido en la calle en España regresa y ningún padre le dirá que no cuando pida la mano de su hija. «Aquí nadie pregunta qué has hecho en España, solo cuenta el dinero que traes y el respeto que te vas a ganar».