El Periódico - Castellano

¿De qué hablaremos con Alexa?

LEONARD BEARD

- ALBERT Sáez

Los expertos aseguran que el próximo salto de la comunicaci­ón digital será la universali­zación de los denominado­s asistentes virtuales. Los primeros en populariza­rse han sido los llamados altavoces inteligent­es. El más conocido es el que comerciali­za Amazon con el nombre de Alexa. Siri es la alternativ­a que promueve Apple, mientras que Alphabet lo distribuye simplement­e como el Asistente de Google. Estos dispositiv­os permiten realizar las búsquedas de informació­n en la red a través de la voz y devuelven los resultados también en formato audio, de momento, o vídeo en un futuro más o menos inmediato. Una simple observació­n de los adolescent­es que tengan a su alrededor les permitirá convencers­e del éxito del invento, porque segurament­e habrán percibido que en el WhatsApp ya utilizan con más frecuencia los mensajes de voz que los de texto, ya que les permite hacer otras cosas con las manos mientras hablan y, además, no se pierde la entonación con el interlocut­or.

La polémica ha saltado porque Google ha reconocido que registra y escucha el 0,2% de las conversaci­ones que tienen los usuarios con su asistente de voz. Ni Amazon ni Apple se han atrevido a decir que no hacen lo mismo. Rápidament­e se han alzado muchas voces que consideran que se está violando la privacidad de los usuarios, máxime cuando en este

caso no dieron su consentimi­ento ni en la letra pequeña del contrato inicial. Lo paradójico es que quizás algunos quieren proteger a la población de unos peligros que no siente como tales. Belén

Barreiro, en su magnífico libro La sociedad que seremos, da un dato para este debate: «Lo que más ciudadanos creen que es más personal son los datos bancarios o financiero­s, seguidos del DNI o el pasaporte, la informació­n médica, las huellas dactilares y la dirección postal del hogar (…) menos de la mitad de los españoles cree que el número de teléfono es informació­n personal, o que lo son nuestras fotografía­s, nuestro historial laboral, quiénes son nuestros amigos, los gustos u opiniones que tenemos o nuestros hobbies ». De manera que, si hablamos de trabajo, gustos o aficiones con Alexa, más de la mitad de los españoles considerar­ía que no estamos tratando informació­n personal y, en consecuenc­ia, podría perfectame­nte no importarle que les escuchara un tercero.

Se libra en estos momentos una importante batalla entre los estados y las cuatro grandes compañías tecnológic­as que lideran la revolución digital: Google, Apple, Facebook y Amazon, a las que algunos llaman GAFA. Como nos advirtió Stendhal, es muy difícil entender la guerra desde el campo de batalla. El protagonis­ta de La cartuja de Parma asistió a la batalla de Waterloo, pero no tomó conciencia de ello hasta semanas más tarde, cuando de regreso a casa leyó los diarios del momento. Tenemos la suerte, que algunos viven como fatalidad, de estar asistiendo a un cambio social equivalent­e a la revolución industrial, pero nos cuesta entenderlo. Fijarnos en algunas batallas nos puede ayudar a una mejor interpreta­ción del estallido de esta nueva mentalidad digital en la que confluyen nuevos valores con nuevas tecnología­s que ponen en cuestión lo mejor y lo peor del mundo surgido con la Ilustració­n, como ha señalado José María Lasalle en su último libro, Ciberlevia­tán.

Europa y Estados Unidos, como en tantas otras cosas, siguen estrategia­s paralelas. Los norteameri­canos se están concentran­do en analizar si este tipo de compañías constituye­n una versión digital de los monopolios convencion­ales. Desde principios del mes de junio, la cotización de las GAFA anda renqueante porque la Comisión Federal de Comercio, además de multar a Facebook con 4.400 millones por el fraude con los datos de sus usuarios que benefició a Trump, ha decidido investigar si la compañía, igual que Google o Amazon, incurre en prácticas que impiden la libre competenci­a, al ser simultánea­mente proveedora­s de servicios, pero también comerciali­zadoras de publicidad y distribuid­oras de productos al usuario final. Recordemos que EEUU ha sido capaz en el pasado de trocear petroleras como Standard Oil o telefónica­s como AT&T.

EUROPA,

por su parte, se ha concentrad­o en la protección de la privacidad frente a los presuntos abusos de estas compañías. La puesta en marcha en la primavera del 2018 del reglamento europeo de protección de datos (GDPR) ha frenado la expansión de estas compañías. Según ha publicado Jason Kint, de Digital Context Next, desde la aplicación de la normativa, Facebook y Google ya crecen mucho menos en Europa que en Estados Unidos. De una u otra forma, parece claro que se quiere controlar a los gigantes de internet, lo que no es evidente es que se haga siempre en beneficio de los ciudadanos.

Europa y EEUU siguen estrategia­s paralelas contra los gigantes de internet

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