La violencia se traslada al aeropuerto de Hong Kong
La policía intenta sin éxito desalojar a los activistas que ocupan la terminal Trump afirma que China mueve tropas hacia la frontera con la excolonia británica
No abundan los precedentes de centenares de manifestantes inutilizando un aeropuerto sin ninguna oposición. Lo consiguieron ayer a mediodía los activistas de Hong Kong, que paradójicamente describen la excolonia como un Estado policial y de libertades menguantes. La jornada subrayó la paradoja: el Gobierno local pidiendo mesura y los jóvenes perseverando en su desafío.
A través de sus habituales tuits, el presidente de EEUU, Donald Trump, dijo tener información de que China está enviando tropas a la frontera con Hong Kong, al tiempo que pidió «calma» a las partes en conflicto.
Dos días de caos, cientos de vuelos cancelados y miles de pasajeros abandonados a su suerte fueron necesarios para que la policía se dejara ver finalmente ayer al anochecer. Su entrada desató la previsible batalla campal y a última hora, los activistas seguían en las instalaciones.
El aeropuerto había disfrutado de una calma efímera por la mañana. Algunos de los vuelos cancelados el día anterior despegaron, pero la situación estaba lejos de regularizarse cuando los activistas empezaron a desparramarse por las terminales sin que el personal de seguridad pudiera impedirlo. Los jóvenes impidieron que los viajeros alcanzaran la zona de facturación y el caos a media tarde ya era suficiente como para que se cancelaran todos los vuelos.
NUDO ASIÁTICO Las grabaciones muestran numerosas escenas de tensión con los iracundos pasajeros exigiendo su derecho a viajar ante la tozuda negativa de los jóvenes. Las confrontaciones con los turistas chinos del continente fueron especialmente virulentas. Los activistas maniataron y mantuvieron detenido durante horas a un presunto espía chino, sin dejar que los médicos le atendieran a pesar de un par de desmayos. Hubo lloros, histeria, peleas e impunidad a chorros sin que se viera un solo agente durante horas.
El aeropuerto, que ejerce de nudo asiático, recibe a más de 200.000 pasajeros diarios. Su bloqueo torpedea la esencia de un territorio que depende del turismo y de su reputación como eficiente capital financiera.
EMPRENDER EL DIÁLOGO La jefa ejecutiva, Carrie Lam, compareció una vez más pidiendo calma y el fin de la violencia para abordar un diálogo que facilite la solución. Su figura es ya irrelevante. Los activistas le niegan representatividad y le exigen una dimisión que Pekín ya le ha rechazado. «La violencia empuja a Hong Kong a una vía de no retorno y lanza a la sociedad a una preocupante y peligrosa situación», alertó ayer Lam con ojos vidriosos.
Cualquier gobierno perdería la paciencia ante un desafío de esta envergadura, y el chino no es una excepción. Pekín ha repetido que confía en el Ejecutivo insular para restablecer el orden, pero tras diez semanas de crisis no caben dudas de su incapacidad. No existe ningún indicio que permita el optimismo en Hong Kong.