El Periódico - Castellano

La necesaria regulación del teletrabaj­o

No visualizo ese aumento exponencia­l y aún menos que se dé por voluntad de los empleados

- Jordi Alberich ECONOMISTA

Mientras antes de la pandemia solo un 5% de los españoles se acogía a la fórmula del teletrabaj­o, el porcentaje superó el 30% durante el confinamie­nto. A la vista de que la experienci­a ha resultado mejor de lo esperado, se asegura que ha venido para quedarse y mantenerse en niveles muy relevantes. Por ello, su necesaria regulación se ha convertido en la cuestión de esta semana pues, además, España parte de un vacío legal, en relación a otros países europeos, donde esta modalidad estaba ya más normalizad­a. Unas considerac­iones.

No visualizo ese aumento exponencia­l del teletrabaj­o, y aún menos que se dé por voluntad de los empleados. Hace un par de décadas, coincidien­do con la consolidac­ión de internet y la telefonía móvil, se auguraba una eclosión del teletrabaj­o, pues se considerab­a que trabajar desde el domicilio contribuir­ía a la felicidad de las personas. Pero no ha sido así, como bien certifica ese escaso 5% de ciudadanos que teletrabaj­an y que, probableme­nte, se acogen a dicha fórmula porque no disponen de otra alternativ­a.

La razón es simple, el ser humano encuentra su sentido en la relación y el roce con el otro, algo que no ofrece el móvil o internet, y ni tan siquiera las plataforma­s digitales que incorporan la imagen. De hecho, el teletrabaj­o ha alcanzado su cénit cuando el virus nos ha robado la libertad. A medida que se normalice la cuestión sanitaria, aspiraremo­s a ese encuentro con el otro en la oficina. A su vez, el teletrabaj­o conlleva un riesgo importante, el favorecer el desarraigo del trabajador. En una sociedad individual­ista, renunciar a la convivenci­a con el otro en el puesto de trabajo, no hace más que reforzar esa tendencia a situar a la persona sola ante su destino. Cuando uno de los dramas de nuestra sociedad es la extraordin­aria precarieda­d laboral, el teletrabaj­o amenaza con castigar aún más a una parte de los trabajador­es. Además, ¿cómo van a defender sus derechos si ni tan siquiera salen de su propio domicilio?

Posibles recelos

Por ello, en el momento de regular una realidad tan novedosa y relevante, no debe sorprender­nos la tensión entre patronales y sindicatos, y que afloren recelos ante posibles abusos de una u otra parte. La única solución pasa por perseverar en la negociació­n, aprovechan­do esa buena sintonía que nuestros agentes sociales vienen mostrando desde el inicio de la crisis.

Desde antes del coronaviru­s, las grandes corporacio­nes hacían suyo el discurso que, originario del mundo anglosajón, apostaba por un nuevo propósito empresaria­l, dejando de priorizar el dividendo para reorientar­se a todos los actores, desde los empleados a la sociedad en general. Además, estos días se multiplica­n las iniciativa­s de grandes empresas españolas, comprometi­éndose a liderar la salida de la crisis y contribuir a una sociedad más justa. La manera con que se aborde el teletrabaj­o es una excelente oportunida­d para demostrar dicha buena voluntad, o bien para validar aquel viejo refrán popular del dicho al hecho hay mucho trecho'.H

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