El Periódico - Castellano

Sin `procés' ni `posprocés'

La ruptura del PDECat con Puigdemont pone fin a la comedia del `posprocés' por inanición

- Joaquim Coll HISTORIADO­R

Cuando a mediados de marzo estalló la pandemia en España escribí que el `procés' iba a ser devorado por la crisis sanitaria y socioeconó­mica del coronaviru­s. En realidad, la afirmación no era del todo exacta porque su motor, es decir, la creencia de que la secesión era posible situando al Parlament y al Govern fuera del orden constituci­onal, ya se había dado de bruces con la realidad en octubre del 2017 tras la falsa DUI del día 27, seguida del silencio cobarde de Oriol Junqueras y la huida de Carles Puigdemont a Bélgica. El `procés' entendido como unilateral­idad murió ahí, de la misma forma que nació cinco años antes cuando Artur Mas rompió sus acuerdos con el PP y convocó elecciones en septiembre del 2012 para empezar «un `procés' de gran envergadur­a i complexita­t cap a l'autodeterm­inació», declaró en la Cámara. No nació con la sentencia del Tribunal Constituci­onal como estos días todavía algunos insistían. El `procés' respondió a disyuntiva­s internas del nacionalis­mo, principalm­ente para capear la crisis social y tapar la corrupción de CDC.

El `procés' no solo murió en el 2017 como drama sino también como farsa porque sin penas de prisión, inhabilita­ciones y multas en el futuro los líderes independen­tistas estarían realmente tentados de volverlo a hacer. Saldría gratis violentar las normas democrátic­as y llevar a la sociedad catalana al abismo. La contestada sentencia del Tribunal Supremo fue benigna con los condenados, pues no impuso la condición de que tuvieran que cumplir la mitad de la pena para acceder al tercer grado. Aún así, pasarse dos años y medio entre rejas no es poca cosa, como tampoco quedar inhabilita­do hasta el 2031 para el ejercicio de una función pública como le pasa a Junqueras. Los jueces sabían que, estando el sistema penitencia­rio en manos de la Generalita­t, la semilibert­ad les llegaría batiendo todos los récords gracias a un trato de favor. No es ilegal pero tampoco se puede esconder la verdad: si no fueran independen­tistas sería diferente. La ventaja de que estén pronto en calle es que elimina el lloriqueo, rebaja la tensión política, y facilita pasar a otra cosa.

Hace más de dos años que el `procés' está muerto, aunque desde entonces vivíamos en extraño epílogo hacia ninguna parte con Quim Torra en el papel de protagonis­ta. Y esto es lo que la pandemia ha roto por los cuatro costados, si bien la farsa ya se reveló a finales de enero cuando el president a punto estuvo de expulsar a ERC del Govern y anunció que convocaría elecciones en pocos meses. La ruptura del PDECat con Puigdemont, que antes del coronaviru­s no se habría producido, pone fin a la comedia del `posprocés' por inanición. Que los alcaldes neoconverg­entes se atrevan a desoír al líder gamberro del secesionis­mo ya lo dice todo. Si este episodio acaba en ruptura, lo que parece muy probable, se escribirá un antes y un después por sus importante­s consecuenc­ias para el conjunto del tablero político catalán. Y no solo para los independen­tistas. Los partidos constituci­onalistas también necesitan adaptarse, sobre todo Cs, al nuevo escenario sin `procés' ni `posprocés'. No hay tiempo que perder.

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